Katniss Everdeen, personaje protagonista de la saga 'Los juegos del hambre', rompe clichés sexistas y se convierte en la gran heroína del cine de acción de hoy

Cuando pensamos en el concepto "estrella de cine de acción" lo primero que nos viene a la mente son machotes como Stallone y Bruce Willis, y es lógico. Basta hojear la mitología griega para entender que, desde siempre, requisito casi esencial para ser un héroe era ser hombre. Sin embargo, a día de hoy, es probable que la mayor estrella del cine de acción, al menos para quienes poseen la facultad de crearlas --esa fauna joven, ingenua y fervorosa llamada fans--, sea una mujer: Katniss Everdeen, heroína reticente dura y resolutiva, todo sacrificio, coraje, integridad en una sociedad que desconoce esos términos. En la piel de Katniss, Jennifer Lawrence logró que Los juegos del hambre (2012), basada en la primera entrega de la trilogía de novelas distópicas de Suzanne Collins, recaudara más de 400 millones de dólares. Su continuación, Los juegos del hambre: en llamas --estos días se estrena en todo el mundo-- promete sacarle los colores a esa cifra.

Claro está, cuando aquí hablamos de héroes no consideramos a gente con superpoderes ni sacados de los cómics. El heroísmo es fácil cuando por arte de magia eres el Elegido. Katniss simplemente no puede evitarlo: no puede aceptar un Sistema podrido. Por eso es un modelo perfecto para nuestros tiempos. Su figura es un ataque al abismo entre ricos y pobres, y a esos gobiernos dictatoriales que matan a su pueblo o lo distraen y aletargan a base de reality shows en los que los jóvenes son humillados o inmerecidamente convertidos en celebridades. Esos temas nunca habían sido planteados desde un punto de vista adolescente y para consumo de los Jóvenes Adultos, como así llama la industria a la edad del pavo.

Pero también funciona como crítica de los efectos dañinos del retrato estereotipado que los medios ofrecen de las mujeres. Casi todo lo que se escribe o se proyecta en televisión sobre las adolescentes las presenta bien como taradas vanidosas bien como pánfilas necesitadas de amor. Por eso, Katniss es una rara avis dentro de la cultura pop: a diferencia de la pasiva y blandengue Bella Swann de la saga Crepúsculo , no vive para encontrar su príncipe azul. Es decir, tiene no solo uno sino dos amores, pero ellos son las nenazas --el uno hornea pan, pinta y habla de sentimientos; el otro es todo mohines tristones--. Asimismo, estamos lejos del universo de arpías consentidas de Gossip girl . Katniss está demasiado ocupada sobreviviendo para actualizar su estado en Faceboook, demasiado comprometida con la justicia social y la revolución para dedicarse a cotilleos. Si ella pasa hambre, es porque no puede encontrar comida, no porque esté a dieta.

Clichés aparte, Katniss no es típicamente femenina ni siquiera según las definiciones menos académicas del término, y eso también es nuevo. Incluso mujeres guerreras de una generación anterior como Ellen Ripley o Sarah Connor eran vehículos de rabia maternal, puros instintos protectores militarizados. Katniss canaliza otro tipo de ira, y es por eso que Los juegos del hambre permite una extraña especie de identificación universal. El próximo año llegará el relevo Divergence , nueva adaptación de otra saga juvenil.