Obviamente, sin espectáculos internacionales, sin funciones de danza contemporánea, sin actividades paralelas (cursos, foros, exposiciones, etc.) que permitan el propicio diálogo teatral entre profesionales y público aficionado, esta 33 edición del Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos, marcada por la crisis económica (donde su director Murillo hace lo que puede y lo que sabe), se ha convertido en una Muestra de Teatro a palo seco que vuelve a quebrantar la señas de identidad del evento.

Pero también es una muestra donde la excelencia de la programación se ve deslucida en el López de Ayala por algunas compañías, diferenciadas por espectáculos cuya calidad varía mucho entre unos y otros, que la organización baraja arriesgadamente, tal vez por inflar la participación, sobre todo de compañías extremeñas. En esta primera semana de funciones ha llamado la atención presenciar la obra ´2036 Omena-g´, de la más veterana compañía de Europa, la catalana Els Joglars, programada en medio de dos obras hechas por principiantes elencos extremeños: ´Montañas de Yo´, creada e interpretada por alumnos de la Escuela Superior de Teatro de Extremadura, y ´Medea Material´, primera producción profesionalizada --un monólogo-- de la compañía Espacio Luna.

´Montañas de Yo´, es una función en la que realmente no hay una propuesta interesante para el festival y que aún valorándola como un ejercicio de proceso de trabajo, realizado por una escuela de teatro, te deja insatisfecho por el resultado del espectáculo, un bosquejo simplón en su contenido e intrincado en la forma. La visión dramática, escrita e interpretada por los alumnos y conducida por Carmen Galarza, que parte de un entramado para cuatro personajes, movidos instadamente a expresar sus implicaciones personales, acumulando montañas de esa --dicotomía que compone el Yo social frente al Yo oculto--, ante la presencia de un poder militarizado que controla en la sombra y no permite momentos de expansión, constituye un discurso teatral interior/exterior de tal complejidad que no da lugar a una reflexión clara.

El experimento no logra elevarse sobre los hechos de los que parte ni consigue una visión lúcida de esos mismos hechos. La puesta escénica reducida a poco público, en la forma de teatro arena, revela oficio, dominio técnico y buen trabajo de motivación para el entusiasmo de unos alumnos. Pero está carente de soluciones imaginativas, de investigación sobre la naturaleza de los roles de quienes aún no dominan los recursos de la expresión corporal y la declamación.

´Medea Material´, de Heiner Müller en versión e interpretación de Chus Mayo, decepciona por la frágil dramaturgia hecha sobre el texto y por la falta de dramaticidad de la actriz que, en un monólogo, conduce al inevitable aburrimiento de un espectáculo que, sin ser largo, termina por parecer inacabable.

En su versión, Mayo parece no haber entendido bien el texto original del alemán, una reflexión punzante, lúcida y amarga de la idea occidental de conquista como invasión, que en Medea corresponde al alma de los invadidos, y también una reflexión feroz de lectura materialista que se complementa con un lirismo expresionista para producir una interesante dialéctica orden-desorden. Mayo que prescinde de los personajes Jasón y la Nodriza sólo alarga ingenuamente la obra con una introducción innecesaria.

Chema Escribano que dirige la obra potenciando un adecuado espacio en la síntesis de los elementos y que entiende que la puesta explota una teatralidad que nace en el acto mismo de la palabra encarnada y distanciada, no logra desarrollar el teatro épico y tampoco espacializar el conflicto en una función que ha de ser necesariamente el cuerpo de la actriz, que le falla a la hora de sostener con la presencia y energía de su imagen la vivencia terrible de Medea. A la actriz extremeña le faltan los recursos corporales, orales y danzísticos de gran fuerza y expresividad que necesita el personaje para maldecir y condenar, para clamar venganza, para calcular los daños hechos a su cuerpo, a su estirpe, a su amor.

En fin, ambas funciones, al lado del la lección de teatro impartida en el espectáculo de Els Joglars, demuestran que ciertos espectáculos están a muchos años luz de la excelencia, a la que, en su integridad, debe aspirar el festival.