Elvira Lindo suele reflejar parte de su experiencia vital en sus libros, pero nunca hasta el punto en que desnuda su alma en su nueva novela, Lo que me queda por vivir , el retrato de una joven que ha perdido el rumbo y a la que, como le sucede a la autora, le gusta arriesgarse en la vida.

"En la vida no hay que ser mansos. Es mejor probar y equivocarse, y yo me he equivocado muchas veces", afirma Elvira Lindo en una entrevista con Efe que tiene lugar en su casa de Madrid, donde comparte vida y vocación literaria con el escritor Antonio Muñoz Molina, su mejor lector y crítico.

Publicada por Seix Barral, la novela tiene como telón de fondo el convulso Madrid de los años ochenta y los vertiginosos cambios que propició la Transición en la sociedad española, pero no es un libro de época.

Es la crónica de un aprendizaje, escrita en tono intimista y sincero; un viaje al corazón de una madre separada con un niño de cuatro años, que, "vulnerable y confusa", lucha por abrirse hueco en el mundo.

Y es también una novela de madurez. Elvira Lindo (Cádiz, 1962) empezó muy joven a presentar programas en la radio, a escribir guiones y a crear personajes como su famoso Manolito Gafotas; ha cultivado la literatura infantil y ha publicado varias novelas para adultos.

Pero, como asegura, no hubiera podido escribir de joven Lo que me queda por vivir --el título lo ha "robado" de un bolero de Omara Portuondo--. Había que dejar cicatrizar las heridas de las rupturas amorosas y de algunas experiencias traumáticas. "Esta novela está muy desnuda de muchas cosas en el lenguaje, y yo quería que fuera cristalina", señala esta escritora que se siente "en paz con el pasado". El embrión de la novela es un cuento, El huevo Kinder , que escribió hace años.