Querido Salvador, Querido Lorquito , (Elba) recoge las cartas cruzadas entre 1925 y 1936 de una de las amistades artístico-literarias más fascinantes del siglo XX. Su intención es reconstruir aquel diálogo y con él dar luz a aquella historia incierta. Uno, Federico García Lorca, el poeta en boca de todos, más tarde mártir y mito. El otro, Salvador Dalí, original sin límites, genio autoindulgente, avida dollars .

Hasta el momento esa correspondencia había sido publicada de forma dispersa. Pero solo ahora y por iniciativa del periodista Víctor Fernández, responsable de la edición, se entrecruza la totalidad de las misivas que se conservan, casi todas ellas con pequeñas ilustraciones. El libro prosigue y amplía el trabajo del crítico Rafael Santos Torroella que publicó y anotó, con la aprobación de Salvador Dalí las 40 cartas que este dirigió a Lorca. A ella se suman luego las escasa decena de misivas de Lorca salvadas de una quema de la que es posible --Fernández lo cree-- fueran responsables (cherchez la femme ) Anna Maria Dalí o bien Gala.

A ese conjunto, Fernández ha sumado cartas esclarecedoras de Lorca dirigidas a Anna Maria Dalí, hermana del artista; al padre de este, el notario Salvador Dalí Cusí, y a Lídia de Cadaqués, la desequilibrada pescadora que se convertiría en musa para toda una generación de creadores, y algunas de las respuestas de estos. Particular interés tiene la misiva de 1930 --cuando ya la amistad de la pareja se había enfriado-- en la que el padre de Dalí explica a Lorca cómo había expulsado a su hijo de casa: "Cree saberlo todo y ni tan siquiera sabe leer y escribir. En fin, usted ya lo conoce mejor que yo". Entre el material aportado está un dibujo inédito del pintor titulado Lorca-Dalí, fechado en 1926, así como tarjetas postales e incluso telegramas.

Relación no consumada

Es difícil esclarecer a través de las misivas el enigma homoerótico de la pareja. Hoy se da por sentado que Lorca se enamoró de su amigo y este, que era básicamente un voyeur , aun dejándose querer jamás quiso consumar la relación, como confesó el mismo Dalí a Ian Gibson pocos años antes de morir. En las cartas de la pareja cargadas de bromas y sobreentendidos no se vislumbra la profundidad de la relación pero "sí un juego de seducción en el que ninguno de los dos baja la guardia en ningún momento", apunta Víctor Fernández.

Cuando Lorca es asesinado, Dalí unido ya a Gala --que fue como una Yoko Ono avant la lettre -- se entera de la noticia y suelta un extemporáneo "¡Olé!" para la historia. Muchos le reprochan la salida de tono, pero no Fernández que cree que Dalí amasó cariño y sentimiento de culpa a partes iguales durante toda su vida.

Eso se tradujo en la aparición del rostro del amigo en algunos de sus bocetos, en concreto en uno de El enigma sin fin que se incluye en el volumen y unos apuntes inéditos garrapateados en el papel de cartas de la finca de Coco Chanel donde Dalí se alojó en 1938. También revela el libro notas manuscritas en las que el pintor intenta exculparse: "Lorca consideraba la palabra ¡Olé! como el grito más desgarrador que surge en los momentos más trágicos del cante jondo".