En Italia tuvieron el cine neorrealista, internacionalmente celebrado. En España tuvimos la historieta de la escuela Bruguera, olímpicamente olvidada salvo por esporádicos rescates. Como el de Josep Escobar (Barcelona, 22 de octubre de 1908-Barcelona, 31 de marzo de 1994) en el centenario de su nacimiento.

Por un lado, El mundo de Escobar (Ediciones B), de Antoni Guiral y Joan Manuel Soldevilla, dibuja la biografía y estudia la obra del creador de Carpanta, Zipi y Zape y Petra, criada para todo, entre otros personajes. Por otro lado, Lo mejor de Escobar (también de Ediciones B) compila historietas de las susodichas criaturas y de otras menos conocidas como Toby, Don Optimo y Doña Tula, suegra.

Publicar en la revista satírica L´Esquella de la Torraxa (impulsada por UGT) durante la guerra civil le costó a Escobar al término del conflicto una condena a seis años y un día de cárcel. Cumplido un año y medio en la prisión Modelo, el dibujante obtuvo el régimen de libertad controlada y volvió a trabajar en el cine de animación y la historieta. En 1947 la editorial Bruguera inauguró la nueva etapa del tebeo Pulgarcito con Rafael González, un periodista represaliado por el franquismo, como ideólogo.

Los principales autores elegidos para la misión fueron Escobar, Cifré (el repórter Tribulete, don Furcio Buscabollos), Conti (el loco Carioco), Iranzo (la familia Pepe), Jorge (doña Urraca), Nadal (Casildo Calasparra), Peñarroya (don Pío, don Berrinche) y el precoz y genial Vázquez (las hermanas Gilda). Y la forma en que cumplieron la misión consistió en ofrecer un reflejo caricaturesco de la lúgubre España de posguerra. Risas a costa de la desgracia. Como Escobar y González, Cifré, Jorge, Peñarroya y el editor Francisco Bruguera lucharon por la República.

En el caso de las creaciones más célebres de Escobar, Carpanta, un muerto de hambre para el que un pollo asado era el manjar definitivo, no solo señalaba la miseria económica de un país donde según el régimen no existía la necesidad sino también la miseria moral. Y Zipi y Zape cuestionaban una aventura sí y otra también la autoridad de su padre, el severo don Pantuflo, y por extensión la familia tradicional, pilar del franquismo.

MENOS MORDACIDAD A mediados de los 50, el Ministerio de Información y Turismo detectó la carga subversiva de algunas historietas de Bruguera y los autores se vieron obligados a rebajar la mordacidad de su trabajo. Cinco dibujantes de la firma también detectaron una cosa: que Bruguera era la propietaria legal de sus personajes, les negaba los derechos de autor y se quedaba los originales. Así que en 1957 Cifré, Conti, Escobar, Giner y Peñarroya fundaron el tebeo Tío Vivo . Que pronto fue comprado por Bruguera, convirtiéndose en un gigante editorial. A diferencia de Carpanta, anacrónico a partir del desarrollismo, la popularidad de Zipi y Zape no hizo sino aumentar hasta los 80, así como los macabros chistes del Profesor Tenebro.