´A.M.D.G.´

Autor: Ramón Pérez de Ayala.

Precio: Un euro.

Leyendo A.M.D.G. La vida en los colegios de jesuitas , se tiene la sensación de transitar por senderos familiares, no sólo en lo referente a los ecos de obras, autores y corrientes literarias y de pensamiento que nos actualiza, sino también por ciertas experiencias personales y generacionales que nos hace evocar.

Así, esta segunda novela de Ramón Pérez de Ayala, se centra en la etapa escolar de Alberto Díaz de Guzmán, el protagonista, en un colegio de jesuitas y nos da las claves psicológicas del personaje tal como lo encontramos, ya adulto, en las otras tres novelas que con ésta configuran un ciclo autobiográfico. Gran parte de las vivencias de infancia y juventud del autor se convierten en materia narrativa para su primera etapa de novelista, en la que se integran Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), La pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913); un conjunto que, por los rasgos de su protagonista común y por sus problemas existenciales, emparentan a Alberto con los héroes más representativos de la ficción novelesca del 98 (Pío Cid, Antonio Azorín, Andrés Hurtado, Augusto Pérez).

Costumbres escolares

La descripción de las costumbres escolares en un colegio de la Compañía de Jesús le da pie a Pérez de Ayala para escribir con A.M.D.G. un ataque feroz, una acerba crítica contra los métodos pedagógicos de los jesuitas, en cuyos centros educativos todo lleva la impronta militarista, como él pudo comprobar y sufrir en su niñez. El tema abordado, que es la educación de los niños españoles (muy de actualidad entonces, como ahora), su enfoque crítico y el varapalo a una parte significativa del clero, son actitudes que lo aproximan a sus admirados Galdós y Clarín, quienes ya habían puesto en la literatura a especímenes de clérigos disolutos, hipócritas, crueles y repugnantes. En el diestro manejo del escalpelo para sajar tanta podredumbre, no se queda atrás el autor de A.M.D.G. cuando descubre las miserias del colegio de Regium, donde la espontaneidad de niños y adolescentes es cercenada por una educación y una religiosidad nocivas. Sin embargo, el autor propone un final optimista con el triunfo de la naturaleza, el ansia de libertad y la alegría de vivir. Es decir, todo lo que está proscrito en el reglamento pedagógico de los iluminados por el aura de Loyola. Extramuros de esa institución claustrofóbica, humillante y deleznable, la vida y los seres son tan naturales que hasta cantan los grillos, como grita el asombrado Bertuco al comprobarlo camino de su libertad.

A la luz de las experiencias lectoras personales, no hay duda de que esta novela trae recuerdos de sus tiempos escolares a muchas generaciones nacidas y educadas después de la guerra civil, las cuales han de encontrar concomitancias entre sus experiencias en las aulas y métodos educativos o religiosidad tan detestables como las que pone al descubierto Pérez de Ayala.

No obstante, la crítica mordaz a la enseñanza de los jesuitas y, como contraste, el alegato a favor de una educación en libertad, no deben ocultar otros valores de la obra. Como señala Andrés Amorós, los lectores actuales pueden acercarse a A.M.D.G. con plena libertad, sin condicionamientos de censura y sin polémicas o escándalos como los que rodearon su publicación en 1910.

De ahí que no pasen por alto que Pérez de Ayala, aunque deudor de los maestros decimonónicos, se incorpora a la corriente innovadora que pretende abrir nuevas formas para la novela y desligarla de la tradición realista. Novedosas son la mezcla de estilos y de géneros, las diferentes perspectivas que van sucediéndose, la introspección. Apuntes, en suma, de voluntad de cambio. Y, a pesar de que se trata de un texto eminentemente reflexivo en el que escasea la acción, la novela se lee fácilmente e invita a la relectura, porque, sin ser de las mejores de su autor, es un halago a la inteligencia y al espíritu crítico, y sus historias secundarias son variadas y atractivas; a lo que debe añadirse la ironía y la ternura que se entrecruzan en sus páginas.

Ortega y Gasset señaló que esta novela trascendía de lo estrictamente literario y la consideraba un texto muy valioso para la reforma pedagógica española, y, además, les recomendaba su lectura a los padres antes de elegir la educación para sus hijos. Con su opinión, respaldaba a Pérez de Ayala, quien al final de la obra, por boca de Atienza y a requerimiento de otro personaje sobre si cree necesaria la supresión de la Compañía de Jesús, responde "¡De raíz!"; y a continuación coloca el cierre de A.M.D.G .

Pero ahora el lema de los soldados de Loyola cobra un sentido diferente: "suprímase ´de raíz´ la Compañía de Jesús ad majorem Dei gloriam", ya que su existencia lo es sólo para mayor gloria de los jesuitas.