Cuando Víctor Moreno viajaba en metro siempre se quedaba pensando qué había entre las estaciones, ese espacio en negro que pasaba fugazmente frente a sus ojos. Por eso quiso abrir una alcantarilla y asomarse a ese abismo y explorar un hábitat tan cercano, pero al mismo tiempo tan desconocido para la mayor parte de la población.

Así surge La ciudad oculta, un documental en clave experimental en el que el espectador se adentra en un universo paralelo a través de una experiencia inmersiva, como si él mismo fuera un explorador en un planeta desconocido lleno de rincones ocultos y situaciones inesperadas. Una aventura en primera persona casi en clave marciana.

«Me interesaba construir un imaginario nuevo, y a partir de esa idea, me fue fácil establecer una relación con cierto imaginario de ciencia ficción, ya que tanto el subsuelo de la ciudad como el espacio exterior son lugares que necesitan de nuestras construcciones para poder estar en ellos», cuenta a EL PERIÓDICO Víctor Moreno, responsable también de la magnífica Edificio España. Toda esa red de túneles siempre ha estado vinculada con el pasado de las ciudades, pero no era eso lo que buscaba retratar el director, sino cómo ese reverso oculto bajo nuestros pies, también se encuentra anclado en nuestro presente. Y, sin embargo, parece cuando lo pisamos, parece materia extraterrestre.

En el interior la oscuridad es el elemento que lo impregna todo. En medio de ese vacío negro e insondable, los sentidos se despiertan, también el instinto de supervivencia más primitivo y animal. Poco a poco comenzamos a apreciar pequeños detalles que adquieren un carácter casi revelador. «Hemos renunciado a la trama y a unos personajes para posicionarnos en el centro de las sensaciones», añade. Una luz, un reflejo, un juego de sombras puede convertirse en una imagen totalmente inédita y cargada de simbología espectral, entre la alucinación y la pesadilla.

Moreno reconoce que no fue un rodaje fácil. Las máquinas eran pesadas y tenían que atravesar lugares de difícil acceso, debían llevar mascarillas y detectores de gases. También, luchar contra la claustrofobia. Aunque estas dificultades motivaron más al equipo a continuar con su papel de aventureros del subsuelo.

«Mi idea era no tener un mapa, para que se entendiera mejor la idea de desorientación que se tiene cuando se entra en un submundo en el que te encuentras totalmente perdido y no tienes coordenadas ni una brújula. Pero en el fondo es una película muy planificada porque teníamos que saber los espacios en los que rodar».

Sinfonía urbana

A lo largo del recorrido nos topamos con máquinas, operarios que trabajan, miles de engranajes que contribuyen a que una ciudad como Madrid pueda funcionar y, por supuesto, con toda la flora y la fauna que se agazapa tras esas paredes de hormigón, en pasadizos en los que prácticamente solo cabe un roedor y en los que nadie se imagina que pueda existir vida.

Moreno quería componer una sinfonía urbana y por eso los sonidos de la banda sonora se convierten en piezas fundamentales para percibir en toda su intensidad la propuesta a un nivel sensitivo. Grabaron directamente del ambiente y en posproducción se mezcló con música experimental de Juan Carlos Blancas. «Me gusta pensar que el resultado es un sonido muy líquido, no sabes la forma en la que se mezclan las diferentes capas, solo que todo te envuelve, que estás en un lugar fascinante y extraño, pero sin escapatoria».