La ciencia ficción siempre ha constituido un vehículo ideal para hablar de algunas cuestiones fundamentales alrededor del ser humano. Es un género que sirve para formular preguntas, la mayoría sin respuesta, sobre muchos de los pilares sobre los que hemos construido nuestra civilización y nuestra existencia. El afán por el conocimiento más allá de nuestros límites, la insignificancia del hombre frente a la inmensidad del cosmos y el sentimiento de extrañeza que se genera se convierten en una excusa para hablar del sentido de la vida, pero también de la identidad.

Se podría trazar una línea de unión entre todos los grandes hitos cinematográficos que han alcanzado una dimensión metafísica utilizando para ello los viajes espaciales y en el último eslabón de esa cadena, como obra hermosa e inabarcable, se situaría Ad astra.

Es James Gray un director que nunca ha ocultado su ambición a la hora de construir historias basadas en la complejidad de las relaciones, ya sean amorosas o familiares. Sus personajes siempre han sentido el desarraigo en sus carnes, quizá porque es hijo de inmigrantes. Por eso la marginación, el aislamiento, la incomprensión han corrido por las venas de estos seres torturados. Así, el protagonista de Ad astra, Roy McBride (gran trabajo de madurez de Brad Pitt) es incapaz de encontrar su lugar en la Tierra, y por eso busca respuestas más allá de las estrellas donde un día se perdió su padre.

Ad astra es un viaje cósmico de resonancias mitológicas que remite al abandono de Telémaco por parte de su padre, Odiseo. También nos lleva a El corazón de las tinieblas de Conrad, por ese trayecto de la luz a la oscuridad, de lo físico a lo abstracto hasta el encuentro con el hombre convertido en monstruo, vaciado de sentimientos y desnaturalizado.

Pero quizá, el mayor logro de Gray sea convertir esa aparatosa maquinaria en una película profundamente intimista y sensorial, casi susurrada al oído, de una enorme sensibilidad a la hora de describir el desconcierto de Roy contado a través de sus propios pensamientos. Porque detrás de esa parafernalia, de esa grandeza sideral, Ad astra habla de la soledad, de la incomunicación y se convierte en una emocionante odisea sobre el reencuentro con uno mismo y la necesidad de abrazar aquellas cosas esenciales que nos definen en nuestra existencia.

HHHH

CIENCIA FICCIÓN

Ad astra

James Gray