El cine argentino, históricamente, siempre había dominado entre las cinematografías latinoamericanas. Pero hace años le salió un duro competidor, el chileno. En el 2009 se creó la agencia CinemaChile. Era un momento de ebullición y convenía canalizarlo tanto en la promoción de las películas realizadas como en el apoyo a los proyectos. Muchos de ellos pasan por el certamen Ventana Sur de Buenos Aires y el Foro de Coproducción del festival de San Sebastián, donde se buscan aliados financieros y creativos.

El actual cine chileno ha obtenido muchos galardones en festivales, ha hecho saltar al cine anglosajón a varios de sus directores (Pablo Larraín, Sebastián Lelio) e incluso ha generado un star system propio. Los intérpretes más importantes son Paulina García y Alfredo Castro, quienes encarnan a los padres de la familia disfuncional de Algunas bestias (2019), filme que hoy se estrena tras ganar el premio Nuevos Directores en el festival donostiarra del pasado año.

García lo bordó en Gloria, dirigida por Sebastián Lelio en el 2013. Interpretó a una mujer solitaria de 58 años que busca compañía en las fiestas para solteros maduros. Lelio aprovechó el éxito internacional: rodó Una mujer fantástica (2017), brillante exploración en los derechos de una persona transgénero que logró el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y Disobedience (2017), salto al cine británico con una historia de amor lésbico interpretada por Rachel Weisz y Rachel McAdams. Después ha revisado Gloria en un remake estadounidense protagonizado por Julianne Moore.

La carrera de García se aceleró tras Gloria, participando en Narcos (2015-2017) y la teleserie española Matar al padre (2018), de Mar Coll. Alejandro Castro es el actor más solicitado de las cinematografías latinoamericanas. Desde que protagonizara Tony Manero (2008), filme de Pablo Larraín que puede considerarse la primera piedra de toque para el reconocimiento del cine chileno contemporáneo, ha intervenido en más de 40 títulos.

Castro fue durante años el actor predilecto de Larraín -Tony Manero, Post morten (2010), No (2012), El club (2015) y Neruda (2016)-, pero ha prestado su semblante casi siempre inquietantes a muchos directores noveles. Ha brillado en Los perros (2017), de Marcela Said, en el que encarna a un exmilitar chileno, y Blanco en blanco (2019), de Théo Court, uno de los muchos filmes que quedó pendiente de estreno con el confinamiento y que llegará a nuestras salas el 31 de julio tras ganar el premio al mejor director en el festival de Venecia: una cinta perturbadora sobre un fotógrafo que llega a la Tierra de Fuego, a finales del siglo XIX, para realizar el retrato de un matrimonio de latifundistas, y se obsesiona con la adolescente prometida.

Blanco en blanco contempla un tiempo lejano, pero si algo ha caracterizado el cine chileno de los últimos años es el hecho de revisar un pasado mucho más cercano, el de la dictadura. También la represión y la incomprensión sexual es una de las temáticas principales, desde Una mujer fantástica o Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (2019), un drama de José Luis Torres Leiva sobre dos mujeres maduras que recuperan su amor mientras la muerte se cierne sobre una de ellas, hasta la reflexión de Larraín sobre los abusos ejercidos por el clero en El club.

COMPROMISO POLÍTICO / Cuando salen al exterior, los directores chilenos siguen comprometidos políticamente: Larraín indagó en la sociedad estadounidense con Jackie (2016), retrato de la viuda de John Kennedy tras el magnicidio de Dallas, y prepara un filme sobre un inmigrante musulmán en Texas pocos días después de los atentados del 11-S. Y qué decir del gran patriarca del cine chileno, Patricio Guzmán, quien ha seguido indagando en la historia chilena con títulos como Nostalgia de la luz o La cordillera de los sueños.