Dirige desde 1997 la Orquesta Sinfónica de Navarra, que hoy y mañana ofrece dos conciertos en Cáceres y Badajoz con música de Sarasate, Bizet y Piazzolla

A los 22 años, al director de orquesta Ernest Martínez Izquierdo (Barcelona, 1962) empezaron a llamarle maestro. "Al principio me chocaba, pero no podía parar los ensayos y decirles a los músicos: ´no me llamen maestro sino Ernest´". Así que lo dio por imposible y se plegó a la tradición. "Como esa de vestirnos de manera tan rara en los conciertos". Entonces ya había decidido que su vida sería la música. "El gran giro lo di en el COU (el curso previo a la universidad). Había que escoger y tenía grandes dudas. O estudiaba en la universidad o me dedicaba a la música. Y me arriesgué por esta. Pero una vez que tomé esa decisión vital, ya no le di más vueltas".

Al frente de la Orquesta Sinfónica de Navarra (OSN) acude a Cáceres y Badajoz como invitado de la Orquesta de Extremadura. El programa refleja el propio conjunto y la pasión de su director: la obertura de Carmen , de Bizet, y la Fantasía de Carmen y Aires bohemios , del músico navarro Pablo Sarasate (del que la orquesta está grabando su obra completa). Estas piezas saldrán de la mano de la violinista china Tianwa Yang, una veinteañera que une virtuosismo y osadía para interpretar la dificilísima obra del compositor. En la segunda parte, se escuchará una de las debilidades de Martínez Izquierdo: la música del músico argentino Astor Piazzolla, en la versión del intérprete de bandoneón Pablo Mainetti.

Martínez Izquierdo llegó a la sinfónica de Navarra, la más antigua de España, en 1997 tras pasar por la Orquesta Ciudad de Barcelona. "Para mí ha sido el gran reto". Era un conjunto recién profesionalizado por Jaques Bodmer, que él hizo crecer en número de músicos (de 35 a 65), en experiencia y difusión. "Con este trabajo conjunto de años llegó un momento en que no hacía falta dar muchas indicaciones. Ahí es donde he aprendido, donde he disfrutado".

El vivió también la irrupción en España de músicos del Este, emigrantes en pleno proceso de descomposición de la Unión Soviética y sus países satélites. En las orquestas que se iban formando eran necesarios intérpretes de cuerda, "y ellos llenaron un gran hueco". Hoy, sin embargo, "cuando se convocan plazas para las orquestas y se presentan cientos de aspirantes, aquello parece una ONU".

--Si uno piensa en directores como Karajan, Klemperer, Bruno Walter... parece que la figura del director se ha transformado.

--Sí, ha cambiado con los tiempos. Las sociedades son más democráticas y esa relación tiránica que había en aquellas orquestas ya no se da. Seguramente Karajan y Celibidache fueron los últimos de esa clase. Pero claro, una orquesta necesita ser llevada, no pueden ir los profesores cada uno por su lado, así que el director debe imponer su punto de vista, bueno, más que imponer, convencerles de que tenemos que ir juntos.

--Una orquesta es un ejercicio de cultura y enseñanza, pero a la vez reflejará la pasión musical de su director. ¿Cuáles son las suyas?

--Tengo un gusto bastante amplio, aunque a veces haces algo que no es lo que más te gusta del mundo. Gustav Mahler me apasiona y también Piazzolla: me emociona igual que Mahler.