El grupo bilbaíno Fito & Fitipaldis celebra 20 años con Fitografía, una caja antológica que incluye tres compactos, tres DVD y un libro (también disponible en una versión más ligera de dos compactos) y una gira que le traerá el 1 de junio a la plaza de toros de Córdoiba. Hablamos con su líder, Fito Cabrales.

<b>-Disco de éxitos y gira de aniversario. ¿El plan perfecto para cuando a uno no le salen canciones nuevas?

</b>-Pues sí, ¡diana! (ríe) Estaba componiendo canciones y me encontraba en un loop: cuanto más lo intentaba, peor. Y me estaba alejando del proyecto. Yo ni pensaba en ese 20º aniversario, pero nos llamó la compañía con el proyecto de la caja, y cuando vi que la portada era una guitarra Fender Stratocaster ya dije: «¡qué guay!».

<b>-Dice que se estaba alejando del proyecto. ¿Lo había?

</b>-Bueno, las ganas de hacer un disco las tenía, y sobre todo, de cambiar un poco. El rock siempre es lo mismo, y como he trabajado hace poco con Fetén Fetén y gente un poco más folk, le conté a Carlos (Raya) que me molan las canciones cuando no las arreglas. Siempre debes tener una meta, preguntarte «¿cómo suena tu vida ahora mismo?». Y ahora me apetece escuchar a solistas, o gente que solo toca el Hammond, o el contrabajo, cosas chiquitinas…

<b>-La creación de Fito & Fitipaldis, ¿respondió a motivos musicales, al deseo de incorporar otros sonidos y géneros más allá del rock urbano de Platero y Tú?

</b>-En parte, sí. Y hubo un momento en el que yo ya no quería cantar canciones que me dieran otros autores. No porque no fueran buenas, sino porque al cantar piensas que tal cosa quizá la dirías de otra manera.

-<b>El single de Fitografía no es una canción de Fito & Fitipaldis, sino de Platero y Tú, Entre dos mares. ¿Por qué?

</b>-Me propusieron hacer una canción nueva pero dije «joder, entonces todo el mundo estará pendiente de la nueva» y yo lo que quería es que ahora se centraran en el pasado. Y pensé que estaría bien explicar al gran público que yo antes cantaba con Platero. Entre dos mares me pareció que me venía bien.

-«Perdido entre dos mares, sin viento, sin bandera…». Suena descreída.

-Sí, puedo salir a defenderla. Y es oportuna, más allá de todo el movidón este de Cataluña, España, la bandera y su puta madre…

<b>-En el País Vasco tienen cierta experiencia en conflictos políticos. </b>

-Sí, y tenemos la visión de no creernos nada de lo que sale en la tele. Porque allí estábamos igual. Hace poco, en una rueda de prensa, vino un periodista a hacer solo la pregunta política. No le interesaba nada más. «¿Tienes alguna solución al conflicto?». Y yo, cuando quiero salir por patas, solo digo que soy un señor mayor que toca la guitarra. Y dije: «Mira, yo creo que Puigdemont y Rajoy deberían tomar un poquito de MDMA, porque eso acerca mucho…»

<b>-Droga sintética.</b>

-Pero lo dije en cachondeo. ¡Y es lo único que salió de la rueda de prensa! ¡Nadie dijo que me iba de gira, que sacaba un disco…! Pero, en fin, he llegado a la conclusión de que en España no estamos preparados para ser sinceros. A Albert Pla, un señor al que dan ganas de abrazarlo, lo ponen a caldo, y te dices «madre mía, cómo está este país».

-Se ha hablado siempre de la influencia de Dire Straits en su música, ¿pero es más de J. J. Cale o de ambos a la vez?

-Hay un denominador común y si ahondas un poco en Mark Knopfler llegas a J. J. Cale. Quizá sí que al principio, aquel sonido sencillo de Cale, con unas melodías increíbles, que luego Knopfler llevó al gran público, me dio a entender la música como una mezcla sencilla de country, rock’n’roll… No sé muy bien cómo lo hacía.

<b>-Un sonido relajado, de guitarras limpias… ¿Fue su ideal original para Fitipaldis?

</b>-Creo que sí, que era una de las cosas más claras que tenía: todo tenía que sonar sencillo y agradable. Sin ser Kenny G, ¿eh? A veces el sonido ya te hace sentir en otro lugar, y eso es realmente agradable.

-¿En algún momento tuvo la sensación de que, llegando a un público enorme, el éxito se le escapaba de las manos?

-Bueno, esa es la visión que sigo teniendo (ríe). Lo digo a la gente y no me cree, pero lo digo en serio. No sé hasta qué punto es coherente tocar para 15.000 personas. Divertido lo es. Jugamos a que somos los Stones. Pero en el fondo piensas: «yo no necesito eso, es un estrés». En una sala para 500 personas los gestos forman parte del concierto, pero en un pabellón un comentario tuyo no llega más allá de la mesa de sonido. Y lo digo en serio, pero luego sigo tocando en sitios grandes.

-¿Tiene la sensación de que el carrerón de Fito & Fitipaldis ha sido una rareza, una anomalía?

-Sí, porque en España es anómalo llenar pabellones tocando rock, eso es verdad. Pero haces una canción que llega a la gente, o es que caes bien y hay algo extramusical. La gente viene a vernos no solo por nuestras canciones...