TMtientras los cachorros del PP se paseaban jubilosos en coches del partido celebrando la más que previsible victoria de Rajoy , algunos indignados asaltaban con virulencia el Congreso de los Diputados. Estas conductas desaforadas (adoración versus rabia), grabadas en nuestra retina en pleno periodo electoral, marcaron las pautas de lo que veremos durante los próximos cuatro años. Desconozco si el PP va a sacarnos de la crisis (ojalá) o si por el contrario nos va a llevar a la bancarrota, pero hagan lo que hagan durante la legislatura la ciudadanía ya ha dictado veredicto, a favor o en contra, y no van a permitir que la realidad les arruine un buen titular.

El español es por definición visceral, y en estos tiempos tan difíciles a menudo se deja llevar por su impotencia para exacerbar aún más sus pasiones. Los derechistas van a ser más derechistas que nunca y los izquierdistas van a ser más izquierdistas que el propio Marx . El término medio no seduce.

La oposición y sus terminales mediáticas no concedieron un solo día de confianza a Zapatero cuando subió al poder. Tampoco Rajoy se ganará nunca la confianza de quienes han adoptado la indignación como brújula de sus vidas.

Me estoy acordando de cierta fábula atribuida a Esopo en la que un escorpión pasa un río a lomos de una rana. En la mitad del recorrido, el escorpión, incapaz de contenerse, clava el aguijón en la rana. Ambos mueren ahogados. Me pregunto cómo vamos a inspirar confianza, dentro y fuera de nuestras fronteras, si nuestro instinto, como el del escorpión, nos conduce inexorablemente a morir ahogados en el río de las filias y las fobias.