La tierra nos acoge. La lengua nos acoge. Nos es dada sin elegirla, con los modismos de la propia madre, que un día se irá, si es que no se ha ido, del propio pueblo que un día, quizá, abandonaremos porque no hay instituto, no hay Universidad, no hay trabajo. Modorro, se insultaba en el mío, y nunca he vuelto a oírlo después de aquello. Qué palabra hermosa: modorro. La rayuela era la pisa y Cortázar estaba equivocado o en lo cierto. La tierra a veces no es.

La naturaleza no es el paraíso perdido. El árbol, el riachuelo, la montaña, el abismo. La contraposición a la ciudad. Hay quien se esconde en el interior de las uvas y no encuentra nada entre las semillas de alguna sombra y les quedan los restos del diluvio en la almohada. Hay un mundo sin origen y sin consecuencia: no hay nadie allí. Los sonidos no tienen origen. No hay resultado, no hay efecto, no hay acuerdo entre los pares, porque quizá ni siquiera haya pares (¿los tenemos? ¿somos lo que parecemos? Nada es lo que parece, decía la Señora del Leño, en Twin Peaks. Nunca he estado más de acuerdo).

Con todo eso, con esta clase de mundo, se construye Tierra impar. Es un poemario, el último, que publica RIL editores (su división en España la lleva con tino el extremeño Paco Najarro, del que esperemos tener su nuevo poemario pronto) y lo ha escrito Francisco Layna Ranz. Lo presenta esta tarde, a las ocho, en la librería El Pájaro Azul de Cáceres. Layna es profesor en un par de Universidades de Estados Unidos, la de Nueva York y la de Middleburry, que está en Vermont y a la que Pedro Salinas llamó ‘la Segunda Magdalena’ y que quizá no les suene, pero en la que han enseñado el propio Salinas y Gabriela Mistral y Luis Cernuda, Concha Espina, Julián Marías o Enrique Díez Canedo, entre muchísimos otros. Escribo ‘Enrique Díez Canedo’ y me acuerdo del hacedor del aula literaria que lleva su nombre (y de otras), Ángel Campos Pámpano.

«Somos lengua», dice Layna Ranz. Y también dice: «A partir de la desolación puede surgir cualquiera cosa. Tengo fascinación por los solares. Cuando me meto en un descampado, la policía viene a verme y me pregunta qué hago ahí. Igual ocurre con este tipo de escenarios que pinto, donde parece que todo ha sucedido, pero de repente puede suceder… no sé si algo nuevo, pero sí renovado».

Desde ahí, desde esa tierra desolada, o esa casa desolada, escribe Layna Ranz este poemario. Ha publicado dos más: ‘Y una sospecha, como un dedo’, en Amargord y ‘Espíritu, hueso animal’ (puedo confesar el jartón, con j -lenguaje materno, lenguaje de la tierra, aspirar la hache y darle a la hartura otro significado-, de llorar que me pegué con él). Estos dos últimos son de RIL. Y son muy buenos.

Los Blue Brothers decían (es una de sus frases más famosas): «We’re on a mission from God», que sería algo así como «Venimos en misión de Dios». Mi misión de Dios es que lean a Gonzalo Hidalgo Bayal y que lean poesía. Ya. La influencia de una periodista cultural se circunscribe a los convencidos, pero ¿y si alguno abre ‘Tierra impar’ y se deja llevar? ¿Y si un lector asiduo de poesía no ha oído hablar de Francisco Layna Ranz, que tiene 60 años y publicó -que yo sepa- su primer libro de poesía hace dos, pero que ya prepara el cuarto?

«Escribir poesía es intentarlo. No es otra cosa».

Nunca nadie me dio mejor definición.

Al final, todos lo estamos intentando.

Hacer música, supongo, también. Componerla desde un lugar. Es otra de mis misiones: que, quienes no han ido nunca a un concierto de la OEx, vayan. Este de hoy es un tanto especial, porque es de humor. El humor es una cosa tan seria como el juego (el infantil y el de adultos). Es tan serio que lo han usado las Filarmónicas de Nueva York y de Berlín, la de Israel y la de Londres. Danny Kaye ofreció, en 1981, un concierto a los mandos de la neoyorquina por la que le nombraron candidato a un Emmy. Aquí lo conducirá José Manuel Zapata, que es tenor. Le dirige Paco Mir, del Tricicle. Juan Francisco Padilla ha hecho los arreglos musicales. Y los músicos de la OEx hablarán: les van a escuchar, por fin. Hay un sinfín de acentos allí: es un microcosmos tan, pero tan rico: armenios, bilbaínos, valencianos, granadinos, moldavos, pacenses, cubanos, cacereños… Lo pueden ver a las ocho y media de esta tarde en el palacio de congresos de Badajoz. El viernes 21 21 estarán en el palacio de congresos de Villanueva de la Serena. Van a reírse y van a escuchar a Mozart, a Rossini, a Beethoven, a Verdi.

Es para todos, ojalá sea para todos, ojalá sea para muchos la vez primera. No solo para los niños, a los que se lleva siempre a la orquesta cuando hay un espectáculo de humor (y no lo estamos criticando: he ido a muchos espectáculos con niños y, ¿saben qué? ¡No sacan el móvil!): también para los adultos que nunca han ido porque que si el ambiente, que si la música clásica, que si yo no entiendo. Esa es la misión de un periodista cultural, al fin: que a uno le pique la curiosidad por un espectáculo, un concierto, una lectura, algunos cuentos. O todos ellos y una tierra impar. Ojalá.