Apollinaire se refería a él como "nuestro amigo el asesino". Para Lenin era "ese burgués con una bomba en el bolsillo". Sus libros son el testimonio de una vida digna de ser narrada. En El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso , publicado en Rusia en 1909, ahora hace 100 años, escribe cosas como estas: "yo digo mentiras, espío a la gente y asesino"; "no tengo interés alguno en una existencia pacífica"; "si pudiera hacerlo asesinaría a todos los jefes y a todos los gobiernos"; "me pregunto en nombre de quién salgo a matar. ¿En nombre del terrorismo? ¿Acaso por la revolución? ¿O simplemente lo hago en nombre de la sangre, por la sangre misma?". Sin embargo, en España sigue siendo un desconocido. Se trata de Boris Savinkov (Járkov, 1879 - Moscú, 1925), un terrorista del partido socialrevolucionario ruso que luchó contra el zarismo y acabó siendo un contrarrevolucionario, y cuya figura descubre la editorial Impedimenta con el inédito en España El caballo amarillo , su libro más famoso.

El caballo del título es el que en el Apocalipsis monta la Muerte. Savinkov relata, a modo de diario, cómo su álter ego, George O´Brien, prepara y perpetra, en 1905, el atentado contra el gran duque Sergei Alexandrovich, gobernador de Moscú y tío de Nicolás II.

De hecho, esos mismos hechos históricos los recuperó Albert Camus (1913-1960) para su obra Los justos , recogiendo la influencia de Savinkov en la narrativa existencialista francesa. La frialdad y ausencia de emociones del terrorista de El caballo amarillo se encuentran también en Los justos y El extranjero . Ese y otros atentados hicieron de Savinkov un famoso condenado a muerte en Rusia. Logró huir a Francia, donde se codeó con la bohemia de la época y escribió El caballo amarillo .

Al estallar la revolución de 1917 regresa a Rusia, donde llega a ministro de la Guerra de Kerensky. Pero sus diferencias con socialrevolucionarios y los bolcheviques le llevan a unirse a los generales blancos, acabando detenido y condenado a muerte. Pocos meses después moría tras caer por una ventana de la Lubianka. "O bien saltó al vacío, o bien fue empujado", apunta Womack.