Todas las noches les leo a mis hijas…

Yo no tengo hijas, pero me leyeron. Nos contaron cuentos hasta que nos supimos todos los cuentos y, después, conforme el tiempo pasó, el lenguaje oral se transformó en escrito, aprendimos a deletrear, nos fueron comprando novelas y cómics y un día nos llevaron a una obra de teatro (¿cuál fue la primera en una sala? ¿Acaso Don Gil de las calzas verdes?) y al cine, eliges las historias que quieres que te cuenten y te vas enamorando: Tarkovski, Lynch, Kazan, John Ford, Erice.

Luego llegan otros (Emilio Luna, Pablo Cantero, Ángel Briz, Karel Fernández) que las eligen por ti. Y tú, que en cuestión de libros solo te fías de tu familia y de un par de amigos, te abandonas del todo y te dejas hacer. A veces se me desdibujan. Digo FanCineGay cuando es Cine Inédito y viceversa. Hay una semana en la que las noticias de los dos coinciden: en pleno FanCine se presenta el Inédito y noviembre sigue siendo el mejor mes del año.

En ambos siempre hay cintas dirigidas por mujeres y cuerpos diversos y actores mayores e historias en las que nos podemos reconocer.

Madre habla de una mujer que pierde a su hijo de seis años en una playa francesa. No existe palabra para nombrar ese terror de los padres (de las madres) sin hijos, como sí la hay de esa ley de vida que son los hijos sin padres. Con madres muertas. Puede ser la película más errática, efectista y nebulosamente anómala (el dolor siempre es nebuloso) de Rodrigo Sorogoyen o, al menos, eso dicen las críticas de quienes han podido verla, pero a menudo los programadores eligen sus filmes por ciertos aspectos y Marta Nieto, la interpretación de Marta Nieto, debía estar en un festival en el que también hemos podido ver un puñado de historias familiares atípicas (cómo no recordar Mommy, de Xavier Dolan).

Parásitos ganó la Palma de Oro en Cannes. Bong Joon-ho maneja el oficio: desde su debut en el año 2000, se está labrando una carrera sólida, personal, sin hacer mucho ruido, con compromiso social: la pobreza, la lucha de clases, la colonización de una clase, el deseo de pertenecer a quienes están más arriba. Hay comedia, hay thriller, hay terror psicológico, hay muchas preguntas y una crítica social que está muy presente en el cine coreano: mucho más que en el europeo, que debería ser menos complaciente.

¿Qué ocurre cuando tienes una patria ocupada, dividida y en guerra desigual desde hace décadas? Elia Suleiman es palestino. Su cine es Palestina. Las ciudades se llevan dentro, ya sabemos: los países, a menudo, también: uno se encuentra el suyo en todas partes, si observa. Y, si no, los demás harán que se percate. ‘It must be heaven’. Quizá: al fin, habrá muchos mundos posibles, pero todos están en éste (y en los límites de tu lenguaje).

La Gomera es rumana y canaria también, porque un policía que es chivato de la Mafia viaja a las Islas Canarias para aprender el silbo gomero. Estuvo a punto de desaparecer: lo usaban los pastores para comunicarse en los barrancos: ahora se aprende en las escuelas: «Si perdemos la cultura estamos perdidos», dicen. Y también: «El móvil pierde cobertura en muchos sitios de la isla: el silbo no la pierde».

La alianza entre Gael García Bernal y Pablo Larraín dura ya tres películas. Larraín, en Ema, habla, de la familia, las relaciones, los fracasos maternales, los deseos. «¿Nunca me vas a dar un hijo de verdad?» «Yo te di un hijo de verdad. Lo tiraste por ahí».

Los miserables muestra el lado del poder. Cuando se habla de desfavorecidos, normalmente un director elige este punto de vista. En los disturbios raciales de la periferia de París, Ladj Ly nos muestra a Stéphane, un policía.

La hija de un ladrón es, precisamente eso: El padre de Sara sale de la cárcel. Ella tiene 22 años y un niño. ¿Qué es la familia? ¿Podemos elegir a los que no forman parte de ella, si nos dieron sus genes? Qué mundo de precariedades sentimentales, laborales, sociales, estamos creando o nos están creando y por qué la soledad de tanta gente sola cuando deberíamos ser tribu.

Y llovieron pájaros habla de esa tribu en la vejez: de unas personas que nunca se pudieron integrar y que deciden, en el crepúsculo, retirarse a los bosques porque querían vivir la vida, dejar de lado lo que no fuera vida, no descubrir en el momento de la muerte que no han vivido. Ah, los bosques canadienses. Ah, los incendios. Y los héroes también.

En Fortuna (la acogida de una adolescente etíope por parte de unos monjes que viven en monasterio en Los Alpes) sale Bruno Ganz, que falleció el año pasado. Nos va a pasar como nos ocurrió con Kirin Kiki en Un asunto de familia o con Rutger Hauer en The sisters brothers: la punzada de saber que no van a actuar más, la alegría de haber coincidido con ellos.

Casi nadie ha visto estas películas. Algunas se van a estrenar en España dentro de varios meses, si es que se estrenan. Solo se han proyectado en festivales. Y esto es un pequeño milagro.

Otro milagro sería que Ángel Briz y yo, por fin, viéramos juntos Los cuatrocientos golpes.