Apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente -un personaje histórico-, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena. Lo dijo Octavio Paz. Christian Duverger, que ofrecía ayer la conferencia inaugural del Congreso Internacional Hernán Cortés en el siglo XXI bajo el título Cortés, la espada y la pluma, escribió: «A pesar de su nacimiento en 1485, Cortés es plenamente un hombre del siglo XVI y del Renacimiento. No sólo absorbió la modernidad de los círculos cultos de la época, sino que, por carácter propio, es un gran moderno: republicano en un mundo monárquico, liberal en un ámbito inquisitorial, católico enemigo de la iglesia secular, favorable a la libre empresa en un contexto de monopolios estatales, defensor de la mujer en una sociedad ultramasculina. Creo que Cortés ha podido compartir la modernidad intelectual de algunos de sus contemporáneos, como Antonio de Guevara o Fernández de Oviedo, personalidad sutil bastante desconocida».

Nosotros estudiábamos, y esa es la imagen que nos ha llegado, que los conquistadores eran señores muertos de hambre que se embarcaban para conseguir riquezas y matar a todo el que encontraran y Duverger viene a decirnos que el mestizaje que planteó Cortés fue una decisión política.

¿Qué dificultades ideológicas, políticas, académicas, se encuentran los historiadores cuando abordan la figura de Hernán Cortés? Los relatos van cambiando. La leyenda negra se rescató en las oleadas independentistas: la doctora Alicia Mayer, de la Universidad Nacional de México, lo llama «matricidio».

La conquista de México fue un hecho que supuso transformaciones radicales: tecnológicas, bacteriológicas, culturales, de organización social, de organización militar, ecológicas, religiosas e idiomáticas. Ojalá lo que se hable en este congreso internacional pueda llegar a la sociedad extremeña para que se reconcilie también con muchos de sus personajes históricos.

Siempre se reivindica a los pueblos originarios, pero tampoco las políticas contribuyen a una integración plena. El 71.9% de los indígenas de México (son cifras de 2016), más de ocho millones de personas, estaban en situación de pobreza y más de tres millones, en situación de pobreza extrema, sin dinero para lo que allá llaman «canasta básica». Esto ocurre en la mayoría de los territorios de América Latina, muy a menudo con la connivencia de Europa, que participa en compañías multinacionales que invaden los terrenos indígenas: recordemos, si no, el caso de Berta Cáceres en Honduras. Y, en estos tiempos, sí que está firmada y rubricada ya la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La Historia es fascinante si te la cuentan bien. También lo es cuando otros la utilizan para narrar, aunque retuerzan a los personajes o aunque esos personajes ni siquiera existieran pero estén en la memoria mítica de todos nosotros. La literatura sirve para eso, pero para mucho más también: «En Latinoamérica, parranda es una fiesta donde no faltan el trago, la música, el baile, el contacto… Pero también la poesía te permite una fiesta de unión, de comunicación. La primera fiesta del ser humano fue el lenguaje, cuando empezamos a comunicarnos. La idea de una parranda es la idea de una poesía que le diga al oído al lector que la vida vale la pena; que, en este momento aparente de crisis, la poesía es una posibilidad de saborear el mundo a través del lenguaje. En este siglo XXI, la fiesta tiene que tener un modo de entender que no podemos sustentar una sociedad egoísta, sino consumir y compartir como se hace en una fiesta, respetando el entorno, la naturaleza, las posibilidades de desarrollo real humano. Comprometámonos con la poesía como forma de vida, con la realidad inmediata, del medio ambiente. La celebración es el paradigma a tener en cuenta. Veo posibilidades florecientes en todos lados, de fundar una relación humana sobre un modo de vivir poético, eso es la parranda». Lo decía Rafael Courtoise hace cinco años para hablar de un libro suyo, Parranda, que había ganado el Premio Casa de América.

Courtoise es de Montevideo, Uruguay y es uno de los mejores poetas en castellano a uno y otro lado del charco. La semana que viene visita Extremadura de la mano de José María Cumbreño, que acaba de editar en Liliputienses un libro suyo, nuevo: La palabra desnuda, se llama. Hay deseo en él. No en vano Courtoise ya escribió: «Algunas mujeres se consuelan con dedos que arrancan de las estatuas. / Un lago tibio les crece entre las piernas y en el fondo del lago / colean pececillos y se escurre en lo profundo su rojez partida en dos. / El pulpo, como una estrella blanda sumergida, recibe al anular y provoca / una estampida de puntas de peces y arenas del temblor que desmoronan. / Las mujeres acaban exhaustas y en los lúbricos dedos de mármol, / brillantes de humedad del lago, se entibian y boquean, hasta morir, / algunos pececillos adheridos».

--Rafael Courtoise. Miércoles, 10 de abril. 20.30 horas. Librería Pájaro Azul (Cáceres).