Una de las funciones sociales de la literatura, si es que las tiene, es ejercer de espejo del mundo y de la Historia. Por eso no es de extrañar que frente a la penuria económica, los autores echen la vista atrás para intentar averiguar dónde puede situarse el pecado original o el origen de lo que nos está sucediendo ahora mismo. Afloran así toda clase de miradas literarias sobre el pasado reciente y su repercusión en la actualidad. Tres títulos, El anarquista que se llamaba como yo , de Pablo Martín Sánchez; El pulso del azar , de Ana Rodríguez Fischer, y Democracia , de Pablo Gutiérrez, coinciden en librerías y nacen sin la voluntad de formar parte de un marco mayor pero es fácil trazar con ellos un esclarecedor dibujo de los últimos 100 años. Desde el alba anarquista hasta la debacle económica.

LOS TURBULENTOS AÑOS 20

El anarquista Pablo Martín Sánchez

A Pablo Martín Sánchez, catalán de hace 35 años, buscar su nombre en Google una tarde de aburrimiento le descubrió a un oscuro anarquista --con el que comparte edad y por supuesto el mismo nombre--, condenado a muerte en 1924 por atentar contra el dictador Primo de Rivera. ¿Comparten también la posibilidad de un mismo destino? Quizá eso subyace en El anarquista que se llamaba como yo . "Posiblemente, las decisiones que toma mi personaje son las que quizá yo podría haber tomado de haber vivido aquellos años", asegura el escritor que debuta en la novela.

A Martín Sánchez, el anarquista, no el escritor, la lucha contra la dictadura le llevó a ser uno de los condenados a garrote vil en Vera de Bidasoa, Navarra, en un episodio que también espoleó en su momento la imaginación de Pío Baroja, quien escribió La familia de Errotachu sobre el suceso.

Y ahora que casi nadie lee a Baroja, a Martín Sánchez --esta vez sí, el escritor-- le ha salido una novela de aventuras barojiana que invita a ser devorada en la cama de principio a fin, siguiendo el deseo de uno de sus autores de cabecera, Georges Perec. El libro, que relata a lo largo de 600 páginas el arco de tiempo que va desde 1890, fecha en la que nace el protagonista, hasta su muerte, se centra en esos turbulentos años que culminarán en la guerra civil. No son muchas las novelas españolas exploran ese momento. ¿Qué está diciendo esta obra del tiempo en el que ha sido escrita? "Eso debería decirlo el lector, pero es fácil ver paralelismos entre aquel anarquismo romántico de principios del XX, con movimientos alternativos como el 15-M donde se respira un cierto espíritu que otros países no tienen, tanto en sus genes como en su historia. Y sí, unos y otros muestran la misma desconfianza hacia los partidos. Los anarquistas también creían que hay otra manera de hacer política".

LA VIDA EN LA GUERRA CIVIL

La retaguardia bélica de Rodríguez Fischer

La asturiana, afincada en Barcelona, Ana Rodríguez Fischer (Vegadeo, 1957) es crítica y profesora de Literatura en la Universidad de Barcelona pero cuando puede --y esa necesidad se le muestra cada vez con más fuerza-- se crea espacios de "irresponsabilidad" para escribir ensayos literarios y, de vez en cuando, ficción. La novela El pulso del azar es un minucioso retrato de la vida cotidiana en Barcelona durante la guerra civil, en una trama con un amplio abanico de personajes y voces que se siguen a partir de las cartas que un padre, a quien su hija creía muerto, escribe a esta ya en los años 70 mientras ella cumple condena en la cárcel de Wad Ras por un crimen, con misterio incluido. "Mis anteriores novelas estaban muy alejadas del realismo --asegura la autora--, pero parece que el tema de la guerra civil exige ese tipo de retrato fiel". "Me interesaba mostrar cómo vivía la gente en la retaguardia, cómo los bombardeos alteraban la vida. La idea inicial de esta novela era hablar básicamente sobre el miedo, del miedo que sentimos por no poder llegar a ser lo que queremos". Por eso no es raro que buena parte de la documentación de la obra sea un importante conjunto de crónicas de mujeres, milicianas, diplomáticas, cocineras en el frente o esposas de represaliados, gente anónima, de las que en el futuro piensa editar una antología.

La mirada de la autora sobre la contienda, uno de los filones más fructíferos de la literatura española, se propone huir de los estereotipos y de lo previsible. "Las novelas de la guerra civil beben de unas fuentes que casi siempre son las mismas. Yo he querido buscar en otra parte. Los sucesos de Asturias del 34, por ejemplo, siempre estuvieron muy presentes en mi memoria familiar y local, pero pocas veces aparecen en las novelas".

Para ella buena parte de las heridas que se airearon durante la contienda siguen todavía abiertas y están en la raíz de los actuales y muy enquistados enfrentamientos políticos. ¿Ha servido de algo la ley de memoria histórica? ¿Ha aligerado el dolor? "La respuesta es no. Era una ley necesaria pero nació tímida y, sin duda, llegó tarde".

LA ACTUALIDAD

'Democracia', de Pablo Gutiérrez Sánchez

A Pablo Gutiérrez, joven escritor onubense que vive en Sanlúcar de Barrameda, el presente se le impuso como un mazazo, como a tantos españoles. De ahí que Marco, el protagonista de Democracia (publicada por Seix Barral), un tipo más bien insignificante que pierde su empleo el mismo día, en 2008, en que cayó Lehman Brothers, tenga necesariamente un carácter simbólico. Sabe que su supino cabreo, motor del libro, será compartido por el lector, cómplice desde el minuto cero. "Esto es más un esperpento de Valle-Inclán que un retrato de costumbres", advierte.

Y es que con este presente caótico e inasible, "no hay una perspectiva objetiva en la que poner la lupa del novelista tradicional". De ahí que la novela sea, necesariamente, muy fragmentaria y satírica, poblada además por personajes reales --como George Soros, que en el libro "a veces parece un jedi de La guerra de las galaxias y otras, un macho de kung-fu".

FEUDALISMO Casi todas las generaciones han pensado que viven en épocas muy significativas de transición entre un momento y otro, pero para Gutiérrez este es el gran momento de la verdad de esa sospecha. "Lo que ocurre es que no tenemos ni puñetera idea de hacia adonde vamos y probablemente quienes nos dirigen tampoco", afirma con mucha pasión.

Su diagnóstico con respecto a la democracia por la que tanto se luchó en la Transición de los 70 es bastante pesimista. "La democracia ha desaparecido. Vivimos en un simulacro, una especie de feudalismo amable en el que se respetan los derechos humanos, aunque poco a poco se van perdiendo". Así que lo que ve Gutiérrez en el horizonte es un estado autoritario que "cada vez se parece más a V de Vendetta ", el cómic distópico de Alan Moore que ha inspirado a los antisistema. "El problema es que nos domesticaron, y nos amansaron y nos convirtieron en buenas personas. Así que nos cuesta mucho recurrir a la violencia para enfrentarnos a la violencia política en la que estamos viviendo. Y mientras tanto nos van arrebatando derechos que pensábamos que eran nuestros".