Con una gran sonrisa de satisfacción apareció ayer el flamante premio Nobel de Literatura, el turco Orhan Pamuk, en la Biblioteca de la Universidad de Columbia de Nueva York. Eran las dos y media de la tarde y su presencia ante los medios de comunicación que llenaban la sala --una habitación llamada Faculty Room y reservada a este tipo de actos en la muy honorable universidad neoyorquina-- duró 10 minutos.

"Nada de política. Hoy es un día para el premio", advirtió Pamuk, el autor nacido en Estambul hace 54 años que siempre ha reivindicado su deseo de ser "un escritor libre" a pesar del hostigamiento que ha sufrido por parte de los nacionalistas.

El escritor dijo sentirse muy feliz y honrado por recibir el Nobel. "Esto supone --señaló-- un reconocimiento a mi trabajo y a mi humilde devoción al gran arte de escribir novelas, a muchos años de trabajo y soledad dedicado a los libros". Y hasta bromeó al explicar cómo se había enterado de la gran noticia. Resulta que el miércoles por la noche se le estropeó el móvil, así que los miembros de la Academia sueca trataron de contactarlo sin éxito durante varias horas. Cuando lo consiguieron, era madrugada en Nueva York. "´¿Quién llama en mitad de la noche?´´. Acto seguido, habló con su familia en Turquía y comenzó la celebración.