La editora de Lumen durante 40 años narra su infancia y juventud en Habíamos ganado la guerra (Bruguera).

--Empieza sus memorias recordando la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, cuando tenía 3 años. ¿Tan intensa fue la experiencia para le quedase grabada?

--Fue un impacto, pero después también me dieron datos que incorporé a mi memoria. Los recuerdos siempre están modificados. Yo no estoy segura de recordar que un soldado me diese una banderita. Sí a mi madre gritando Franco, Franco, Franco.

--Deja claro que no todos perdieron. Que hubo vencedores y perdedores. Y que usted formaba parte de los primeros.

--Hay una diferencia clarísima. Solo hay que ver qué escribieron sobre esos días los que perdieron.

--Al final del libro explica que, a sus 20 años, pasó a pertenecer al bando de los vencidos. Por razones de clase por lo menos, ¿no es imposible dejar de ser en cierta manera parte de los vencedores?

--No se puede dejar de ser miembro de la burguesía. Es cosa de educación. Yo sigo siendo una señora. Pero sí puedes pasar a pensar que te hubiese gustado más que la guerra civil española la hubiesen ganado los otros. Si yo hubiese tenido entonces 25 años hubiese estado en el bando republicano fuese cual fuese mi clase social. Ahora, convertirme en un espíritu proletario y disfrazarme de obrera, no. Esto no se puede hacer. Ni creo que sea conveniente.

--¿Las familias que en el 39 reaccionaron como la suya, han conseguido hacerlo olvidar y pasar por demócratas de toda la vida? ¿O reconocen que en ese momento no tenían elección?

--Si pueden lo niegan, y se acabó. Este país en general tiene poca memoria. Nadie se reconoce franquista. Parece que no había franquistas.

--¿Pero el olvido selectivo no es imprescindible para convivir?

--No. Es importante tener memoria. Es importante recordar qué ha hecho la gente, para situarla.

--Es curiosa su militancia, un tanto extemporánea, en la Falange, durante un año y medio.

--Muy extemporánea. Nadie lo entendió. Ni mis amigos de universidad ni mis padres, aunque ellos ya esperaban de mí cualquier cosa. En esos momentos los burgueses catalanes ya no se hacían falangistas. Pero una persona me convenció de una forma absoluta y me sentí incorporada a unos problemas políticos que nunca me habían interesado mucho. Y debía de ser bastante ingenua y mal informada. Yo estaba convencida de que aquello era la solución para el país. Y para el mundo.

--Su ruptura con Falange la desencadena un problema disciplinario.

--Fue la gota final. En ese momento ya estaba fuera, ya había visto que aquello era una equivocación, que ningún partido de izquierdas nos aceptaría, que la Falange de izquierdas no existía. Lo que había sido un motivo para mí, que era un movimiento que yo creía de izquierdas pero compatible con mi sentimiento religioso, dejó de importarme.

--Otro pasaje relevante: su relación con un personaje, José, atajado por sus padres de forma radical.

--Era bisexual. Y mis padres tuvieron acceso a su ficha. ¿Cómo podía ser que alguien pudiese ser detenido en una redada en un local y que se le fichase por esto? Todo dependía de la clase social. Si hubiese sido un niño bien no hubiese pasado nada.

--¿Cuál es ahora su plan de vida? ¿Redactar de forma sistemática sus memorias desde la juventud, una nueva novela...

--No, no las puedo continuar. Estas las he podido hacer porque tratan de gente que ya no está. Todos han muerto, y puedo escribir libremente. Sobre la gente que me ha rodeado en los últimos años no puedo escribir con la misma libertad. Este tipo de memorias considero que aquí se acaban. Lo que sí haré será una nueva versión de las Confesiones de una editora poco mentirosa que se titularía De una editora codiciosa a una vieja dama indigna . Quizá sea más indiscreta. Un poco. Y me gustaría hacer otra novela.

--¿En esta ampliación de las Confesiones... dará más detalles de su salida de Lumen?

--Explicaré alguna cosa divertida, algunas experiencias. Como, por ejemplo, cómo eran las convenciones en una multinacional. Eran nefastas. A la primer reunión con los vendedores a la que fui hice como si fuera Lumen. Hablé de literatura y de por qué el libro era bueno. Y me miraban con una cara... Vi que no lo había hecho bien. El segundo día explique la historia como su fuese un cuento. Tampoco era eso. Hasta que aprendí que de lo que tenía que hablar era de si el autor o el libro eran mediáticos: si salían en televisión, si estaba prevista una adaptación al cine, si había detrás algún escándalo... Y hablaban de sinergias.

--Es duro pasar de una empresa familiar a una multinacional.

--Yo venía de una Lumen pequeña. Era de otros tiempos. Quizá demasiado de otros tiempos. Aunque las multinacionales tampoco es que funcionen mejor. Yo decía: son Bertelsmann, alemanes, otra cosa... Pero también se equivocan más, todo lo pierden, es un caos. El máximo problema no era que no me dejasen editar, porque como no sabían lo que hacía podía editar lo que quisiera, sino que descatalogaban tranquilamente una Virginia Wolf, un James Joyce...