Manuel Manzano (Zaragoza, 1965) ha sido editor y escritor (no siempre firmando él). En El hombre de plastilina despliega un humor gamberro, de manera que leemos el pulso entre un chimpancé resentido, un veterinario que convierte a titís en monstruos y dos policías zafios, Boris y Nicodemo.

--¿Si le digo en lo primero que he pensado ha sido en Francisco Ibáñez, qué me responde?--Que mucha gente me ha dicho lo mismo. Puede que la mezcla de sitcom y humor pasado de vueltas y absurdo, la imaginería que exagera la comicidad, tenga muchas referencias de los cómics que leía en los 80. Como tenemos pocos referentes de literatura cómica, el cómic es lo que nos sale. Ibáñez era un maestro a la hora de montar escenas cómicas.

--Torrente y Pablo Tusset también beben de este humor hispánico tan exagerado.--He bebido más de los anglosajones. Me cuesta llegar a Torrente, no es santo de mi devoción aunque puede ser un humor parecido. Estoy más cerca del humor absurdo de Ibáñez que de ese otro humor-

--¿Zafio?--Sí, no se cómo llamarlo. Porque yo intento darle una vuelta de tuerca más y llevo situaciones al extremo, que son propias del cómic. Así puedes decir cualquier burrada. Por eso hago hablar a los monos y que uno declame Shakespeare en la selva y después se rasque el ojete. Yo el humor lo he mamado con Monty Python, Terry Pratchet o Gerald Durrell, pero aquí por narices le acabamos incorporando la imaginería mediterránea.

--Quizá no ha habido gran literatura de humor española, pero están las revistas. De La Codorniz, Por favor, El Papus, El Jueves-, ¿con cuál se queda?--Sentimentalmente con Hermano Lobo. Aquí lo que ha faltado es el humor como espita de puro entretenimiento, sin prejuicios literarios y para hacernos pasar un buen rato. Siempre era un humor con intencionalidad política o social.

--Le dice al lector que se detenga un momento a pensar cómo ríe un mono. ¿Tanto miedo da?--Esconden algo, evidentemente.