Tenía que ocurrir: tras el huracán de Avatar y la digna sucesión de Alicia en el País de las Maravillas , el 3D pierde su virtud de convertir en oro todo lo que toca. Furia de titanes , superproducción épica, sólo consigue con la nueva técnica poner aún más de relieve sus errores.

La mitología era carne de cañón para la visión estereoscópica. Sin embargo, sus creadores cayeron en la cuenta demasiado tarde, la rodaron en 2D y luego quisieron adaptarla a la nueva moda. Por tanto, Furia de titanes chirría en las bisagras de uno y otro sistema: son demasiado apabullantes las escenas de acción como para verlas atravesar la pantalla

Casualmente, el protagonista de Avatar , Sam Worthington, es de nuevo la cabeza de cartel de esta película y se consolida como el gran héroe de la nueva técnica. Además, su físico ayuda a creer su encarnación del semidiós Perseo, hijo bastardo de Zeus y único capaz de frenar la Furia de titanes .

Junto a él, y ya bajo los efectos de maquillaje, peluquería y vestuario de dudoso gusto, Liam Neeson --como Zeus-- y Ralph Fiennes --como Ares-- también ayudan a enriquecer el prestigio con el que a priori contaba la película. Pero, por desgracia, se desmorona casi desde el primer momento y va mostrando errores independientes del mejor o peor uso de las dimensiones. Es decir, errores sobre todo narrativos.

La epidérmica aproximación al conflicto de un semidiós que no quiere explorar su lado divino sino vivir en la normalidad humana, la reiterativa sucesión de batallas resueltas sin verdadera garra o la desacertada mezcla de lo fantástico con lo clásica no ayudan a superar el mal arranque.