Un extraño aire de inteligencia y creatividad refresca los cielos cinematográficamente enrarecidos de Hollywood.

Los creadores de Shrek (EE.UU, 2001; Andrew Adamson y Vicky Jenson) han acertado de lleno al dar continuidad a aquel filme hilarante y sorprendente, aunque narrativamente irregular. Y han acertado arriesgando.

Realizar la segunda parte de un gran éxito siempre supone un riesgo pero en este caso, además, han decidido integrar un nuevo personaje (la impagable creación de El gato con botas , magníficamente doblado tanto en inglés como en español por Antonio Banderas, quizá lo mejor de la película), dotar a la película de un sentido más adulto e introducir un curioso giro argumental por el que el filme parece dirigirse, por momentos, hacia el cuento clásico aunque luego vuelva a sus queridos terrenos de lo políticamente incorrecto.

CINE INTELIGENTE Cine inteligente, apasionado e imaginativo dirigido a niños y adultos (sobre todo los segundos) que no sólo ofrece funambulismos técnicos extraordinarios sino que éstos se ven acompañados de una creatividad desbordante y de una magnífica puesta en escena que destaca especialmente en todas las escenas coreográficas, notables sin excepción.

EJECUTIVOS A pesar de que la narración sigue arrojando un cierto balance irregular (escenas demasiado preciosistas, algunas reiteraciones, guiños a la primera parte), la globalidad del filme merece un notable alto y debería hacer pensar a los ejecutivos hollywoodienses por qué la calidad y la rentabilidad no están reñidas en el cine de animación que se fabrica allí, al contrario de lo que ocurre con la mayoría del cine de ficción de acción real.

Sólo cabe esperar que esta dilogía Shrek no caiga en la sobreexplotación y que se prodiguen creaciones tan curiosas, interesantes y sugestivas en el futuro.