Una noche de mucho trasiego de alcohol, mientras rodaba la película Orgullo y pasión en El Escorial, Frank Sinatra sintió nostalgia. Por eso, rodeado de compañeros de trabajo, llamó por teléfono a su exesposa, Ava Gardner, que por entonces vivía en España, y se puso a cantarle por el auricular muy bajito, como en un susurro. Y así siguió durante casi una hora, mientras sus colegas no se atrevían ni a respirar.

De pronto, apareció Ava Gardner con un abrigo de visón blanco --lo primero que encontró cuando saltó de la cama en su casa de Madrid--, abrazó a Sinatra, que aún seguía cantando como en una nube, y se lo llevó sin mediar palabra. Al día siguiente, Sinatra no acudió al rodaje.

La anécdota, pasional y peliculera, es una de las muchas que alfombran el libro Beberse la vida , Ava Gardner en España (Aguilar), del escritor y crítico Marcos Ordóñez, un trabajo de investigación que indaga en los casi 15 años --de 1954 a finales de los 60-- que la actriz estadounidense vivió en España. Y lo hace a partir de los testimonios de los que la trataron, especialmente durante su etapa en Madrid, donde Ava llegó a tener una casa en La Moraleja y más tarde un lujoso piso en Doctor Arce --allí tuvo por vecino al general Perón-- y donde se pateó con alevosa nocturnidad la bohemia de los tablaos flamencos y los cabarets, debidamente regada con alcohol.

Tirar del hilo

El método de trabajo de Ordóñez se asemeja a la investigación de una de las películas más famosas de la actriz, La condesa descalza . Primero, buscó a los testigos del rodaje de Pandora y el holandés errante en Tossa de Mar, y más tarde, tirando del hilo, aparecieron quienes conocieron a la estrella en Madrid. "Para muchos, evocarla fue también recordar el brillo de la juventud perdida. A alguno se le escapó más de una lágrima", dice el autor.

Lo que encontró fue el retrato de una época ya perdida de oropeles y subsuelos canallas --semejante a la que aparece retratada en la última novela de Ordóñez, Comedia con fantasmas -- en la que la presencia de la bella actuaba como catalizador: "Es como la niña de La lista de Schindler, una presencia en colores en una España en blanco y negro".

Grandes apetitos

¿Qué buscaba Ava Gardner en España? Según Ordóñez, la posibilidad de liberarse del glamour de Hollywood, que odiaba profundamente: "Aquí podía alejarse de los paparazzi, ser ella misma sin maquillaje, en el sentido más literal. Aquí fue feliz". De esa reafirmación personal también formaban parte el alcohol y el sexo: "Era una mujer de grandes apetitos --apunta el escritor--, un concentrado de libertad, y por eso se convirtió en un Satán con faldas para el régimen franquista".

El libro establece curiosas asociaciones. La de la actriz con el por entonces notario Blas Piñar o la de Nicholas Ray --que la dirigió en 55 días en Pekín -- con Mari Trini. También sus romances: Sinatra, Luis Miguel Dominguín, Walter Chiari, Tete Montoliu, Carlos Larrañaga, Mario Cabré...

¿Conclusiones? Pocas. Ordóñez cree que Ava fue un misterio y que su libro, más que esclarecerlo, lo vuelve más borroso. Pero, a la vez, más fascinante.