“Los conquistadores carecen de vergüenza: llegan como mendigos, se comportan como ladrones y se creen señores”, escribe Isabel Allende en las páginas de ‘Inés del Alma Mía’, libro y ahora exitosa serie de televisión que ha sacado a la luz la historia de la placentina Inés Suárez, compañera de Pedro Valdivia en su exploración y conquista de Chile.

Ella es el rostro más conocido a día de hoy de otras tantas extremeñas que se embarcaron hace siglos en la aventura del Nuevo Mundo. Desde pequeños hemos conocido los nombres de Francisco Pizarro, Hernán Cortés o el propio compañero de Suárez, Pedro de Valdivia, pero más difícil es escarbar entre los rostros femeninos de la Conquista y posterior colonización de América. “Es la historia de siempre. La mujer siempre está detrás del hombre, pero ellas fueron igual de importantes o me atrevería a decir que más en el descubrimiento del Nuevo Mundo”, afirma Belén Bañas, profesora de Antropología de la Universidad de Extremadura. “¿Por qué? Porque siguiendo la voluntad de la reina Isabel, ellas pusieron los cimientos de la familia cristiana. No conquistaron con la espada, sino con la cultura, la lengua y la religión”, añade.

“Por desgracia, y así ha sido en la historia en general, no solo en el caso de la Conquista, la mujer ha tenido un papel secundario, es ahora nuestro trabajo rescatarlas”, dice Sigfrido Vázquez, profesor en el departamento de Historia de la Universidad de Extremadura y doctor en Historia de América. “Los cronistas de la época no les daban tanta importancia”, explica. “Si tenían la suerte de que les acompañaba un cronista de Indias que sobrevivía, se conoce la historia, si el cronista muere, no”, tercia Bañas. “Pero en el archivo de Indias hay 45.000 legajos, ¿cuánto nos quedará por descubrir?”, asegura.

“A Inés Suárez se la conoce ahora gracias a la serie de televisión pero hay varias mujeres que vivieron experiencias similares. Mencía Calderón (natural de Medellín), conocida como ‘La Adelantada’ llegó a lo que hoy conocemos como Argentina cruzando todo el territorio de Brasil al frente de una expedición. El recorrido duró entre cuatro y cinco años. Imaginemos las visicitudes que pudo vivir”.

“Las mujeres jugaban un papel asistencial en las expediciones, de apoyo, cuestiones sanitarias, de alimentación y también muy importante en la educación”, explica Vázquez. “Precisamente por ello son el elemento primordial de cualquier colonización, por un término que se conoce en antropología como ‘enculturación’, es decir, expanden la cultura que traen, tanto a su familia como a su entorno: les enseñan la lengua, la religión y las costumbres castellanas, como el vestido’”, subraya Bañas.

Cuadro que podría reflejar a Mencía Calderón / EL PERIÓDICO

Entre la necesidad y la aventura

Entre la necesidad y la aventuraLas motivaciones de las extremeñas que se embarcaban al Nuevo Mundo sí que no diferían mucho de las de sus compañeros varones: la necesidad. “América era el paraíso terrenal, pero no tanto por el oro y la plata, como se cree erróneamente, sino porque suponía nuevos frutos, nuevos olores, nuevos sabores. Imaginemos a una mujer extremeña de la época que tenía como comida diaria gachas o, quizás si la familia estaba mejor posicionada, podía aspirar a comer cerdo”, cuenta Bañas. “Buscaban una mejora de sus vidas, fortuna. Allí tenían más posibilidades porque era una sociedad más abierta, en construcción”, detalla Vázquez. “En el caso de Inés Suárez, como narra el libro y la serie, se hace amiga y confidente de una princesa inca, de la hija de un emperador, eso en su vida lo hubiera soñado”, añade.

La relación con las mujeres indígenas

La relación con las mujeres indígenasSi estas mujeres extremeñas han sido relegadas a un rincón oscuro de la historia, aún más lo están las mujeres indígenas, cuyo papel también fue vital en el desarrollo y las dinámicas entre población nativa y colonizadores. “Ellas jugaron un papel político fundamental, porque sirvieron de nexo entre los dos mundos. Por ejemplo, La Malinche, que fue traductora de Hernán Cortés en la conquista de México-Tenochtitlan. También fue su consejera e intermediaria. O Isabel de Moctezuma, un personaje histórico también para Cáceres”, señala Vázquez.

Pintura que representa a Isabel de Moctezuma. / EL PERIÓDICO

“En cuanto a la relación entre extremeñas o europeas y mujeres indígenas, lo cierto es que las estructuras sociales no cambiaban, no había una conciencia colectiva. A las mujeres blancas les beneficiaba, porque allí se ganaban un estatus solo por su raza. No me consta que cuestionaran la estructura social en ningún momento. Sí había un respeto por las élites precolombinas, de ahí la amistad entre Inés Suárez y Cecilia (la princesa inca que acompaña a la expedición de Valdivia)”, añade el historiador. Discrepa Bañas: “No se puede generalizar pero las europeas suelen tener una buena relación con las nativas. Como decía les enseñan la lengua, la religión, las vestían. También les convenía llevarse bien con ellas. Pero sobre todo lo más importante es que también las podían proteger de los abusos de los hombres”, afirma.

En cualquier caso, lo que queda claro es que la mujer extremeña también dejó su huella en América, solo queda poder desempolvar todas esas historias ocultas durante siglos, como hiciera Allende con Suárez y su periplo. Porque tal y como narra la autora chilena, aunque se trate de esconder, “las mujeres con temple ponen en peligro el desequilibrio del mundo, que favorece a los hombres, por eso se ensañan en vejarlas y destruirlas”.