Aunque ahora pueda parecer extraño, en el tránsito de los años 80 a los 90, la electrónica y el rock, la música de baile y las guitarras eléctricas, tendían a habitar planetas distintos, y a Andrew Weatherall hay que atribuirle la inventiva y el genio para acercarlos un poco más, creando a su vez una nueva realidad, en la producción de Screamadelica (1991), de Primal Scream. Álbum de cabecera que, junto a otros trabajos a título propio o ajeno, le proyectó como firma de culto capaz de llevar al escenario comercial sonidos y ritmos del underground.

Weatherall nos ha dejado a los 56 años al sucumbir, este lunes por la mañana en Londres, a una embolia pulmonar. Colapso prematuro de un productor, discjockey y músico que en su primera juventud pinchó discos (pospunk y dub) y ejerció de periodista musical y de editor: el fancín Boys Own, que daría nombre, años después, al sello discográfico Boys Own Productions. Embelesado, a finales de los 80, con el acid house, se infiltró en la escena pop británica ejercitando el arte de la remezcla en una sucesión de canciones significativas: el éxito Hallelujah, de los mancunianos Happy Mondays, el himno futbolero (para el mundial Italia-90) World in motion, de New Order, la bacanal eléctrica Soon, de My Bloody Valentine, y la versión de Only love can break you heart, de Neil Young, rica en graves y lista para el club, por Saint Etienne.

GUITARRAS EN TRANCE

Primal Scream no había encontrado todavía su identidad, y en Screamadelica la banda se vio empujada por Weatherall a una infecciosa mezcla de estilos: guitarras stonianas con bases house, pellizcos de dub, tramas abiertamente techno y puntos de fuga psicodélicos para entrar en trance. Un camino al que la banda escocesa, de naturaleza cambiante, no llegó a ser fiel, pero que propulsó al productor, que accedió a artistas como Björk: su remezcla de Come to me se integró en 'The best mixes from the album Debut for all the people who dont buy white-labels (1994). Pasaron por sus manos canciones de Manic Street Preachers, The Future Sound of London, James, Lali Puna, Siouxsie, Grinderman y The Orb.

En su faceta de productor destacan el único álbum del grupo de pop etéreo One Dove, Morning dove white (1993), joya oculta de su tiempo, y el no menos selecto Trailer park (1996), de la cantautora con inquietudes electrónicas Beth Orton. A los que hay que añadir sus reencuentros con Primal Scream y el aventurado Tarot sport (2009), de los electro-ruidistas Fuck Buttons.

Misiones a las que Weatherall imprimía un sello explorador que, en su versión más extrema, se encontraba en su obra propia, la de Sabres of Paradise, su tándem con Jagz Kooner y Gary Burns (Sabresonic, 1993, es otra piedra de toque), así como la entente con Keith Tenniswood de Two Lone Swordsman y, en el presente siglo, operando bajo su nombre. En sus últimas entregas, Qualic (2017) y el epé Blue bullet (2018), expandía sus collages buscando, como siempre, nuevas respuestas a las preguntas en torno a la música del futuro.