Arthur Miller escribió sobre secretos familiares, sobre conflictos éticos, sobre tortuosos destinos, que la realidad del escritor mostró como muy próximos a él. Como si se tratara de una de sus obras, él también guardaba un secreto (un hijo con sindrome de down, que repudió). En este sentido, Todos eran mis hijos , que se representa hoy en la sala Trajano de Mérida, aparece como esa fusión de vida e invención que refleja la obra del dramaturgo norteamericano.

Basada, según su autor, en hechos reales, fue estrenada en 1947, justo antes de la obra que le daría fama Muerte de un viajante . Recrea un ambiente de época: los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos a través de una familia (los Keller), cuyo padre ha hecho negocios fabricando materiales de recambio para aviones de combate. Un secreto (que aquí no se desvelará) hace tambalear la aparente felicidad del hogar.

El montaje, en cuyo reparto figuran actores como Carlos Hipólito, Gloria Muñoz, Fran Perea o Jorge Bosch,.es una versión reducida, actualizada y lejos de la época que refleja. El director argentino Claudio Tolcachir la estrenó en el teatro Español de Madrid y en seguida se convirtió en uno de los éxitos de la cartelera española de este año.

CONVERTIDO EN UN CLASICO Todos eran mis hijos es una obra poco representada en España, donde se conocen más la citada Muerte de un viajante o Panorama desde el puente .

Gloria Muñoz recuerda que en las últimas dos décadas hubo dos montajes, uno interpretado por Berta Riaza en el papel de madre que Muñoz asume ahora. La propia actriz hizo durante sus estudios teatrales el rol de hija que en este montaje interpreta Manuela Velasco.

"Los conflictos que se abordan en esta obra son los que la han convertido en un clásico", explica Muñoz. Es decir, si uno imagina el presente y piensa en Irak, en Afganistán o en cualquiera de las guerras que se dirimen en cualquier parte del mundo, hallará esas relaciones inmediatas que plantea Todos eran mis hijos en la retaguardia: el enriquecimiento a costa de la guerra, la responsabilidad personal frente a los que se enriquecen sin escrúpulos, que no expresan una ética, el idealismo con que acuden los jóvenes soldados al frente creyendo que lo hacen por una causa justa...

"La obra nos interpela porque vemos lo que ocurre y no hacemos nada", señala la actriz, que en el 2008 protagonizó una versión de Las troyanas , de Eurípides, en el teatro romano de Mérida. Y esa interpelación la asume la actriz participando en montajes como este, que denuncia precisamente esas actuaciones y que permite al público tomar conciencia de ellas.

Del personaje de la madre, Muñoz dice que "está transtornada porque su hijo ha desaparecido y se niega a aceptarlo porque no ha visto el cadáver. Pero se sobrepone a todas las circunstancias". Pero quien desencadena el conflicto fundamental, "el que abre la caja de pandora", es Jorge Bosch, el personaje de George Deever (hermano de la novia del hijo de Joe Keller).

"Mi papel es muy intenso --afirma Bosch-- porque se mueve como si fuera en una montaña rusa y pasa del cabreo a la incredulidad en poco tiempo".

Por encima de la gran mentira que subyace en la historia, la familia mantiene una felicidad aparente. "Para Miller, la felicidad familiar es como la base de la sociedad", explica Gloria Muñoz.

Era aún un escritor idealista cuando estrenó esta pieza, "alguien que luchó por la democracia, que creyó en los principios que asumía su país para luchar contra el fascismo. Pero se decepcionó".

¿Y qué exige a un actor el trabajo con un texto de Miller? "Honestidad, trabajar mucho con tu técnica", responde Muñoz. ¿Y qué es ser honesto? "Tratar de trabajar con verdad, con sinceridad. En esto el director Claudio Tolcachir nos ha ayudado muchísimo a ahondar en los sentimientos de los personajes para expresarlos".

Tolcachir es uno de esos directores argentinos que, precedidos de fama en su país, han ido infiltrándose en la escena española y han marcado una impronta propia. Jorge Bosch ha trabajado con Daniel Veronese en Glengarry Glen Rose y con Tolcachir en un taller. Gracias a esta última experiencia pudo entrar en el reparto de Todos eran mis hijos . "El --explica--, como otros directores argentinos, también es actor y eso es de agradecer porque te entiende muy bien. Te deja jugar".

Gloria Muñoz admiraba a Tolcachir de montajes anteriores. Y trabajar con él, señala, es hacerlo sin presiones. "Muestra una gran sensibilidad hacia el trabajo de los actores y te valora mucho. Yo digo que te hace sentir a veces que se te ocurren cosas que, sin embargo, es él el que las busca a través de ti".

DOS TRAYECTORIAS Jorge Bosch y Gloria Muñoz llegaron al teatro por vías muy diferentes. Como cuenta él mismo, Bosch (1967) iba para abogado, pero se detuvo en el tercer curso. Un procurador le sugirió que se dedicara a la interpretación.

"Me decía que muchos abogados acaban la carrera y no sabían cómo expresar sus conocimientos, así que era un buen método aprender esas técnicas. Pero el hecho es que dejé los estudios".

Desde entonces ha alternado trabajos en televisión (Hospital central ), cine (La caja Kovac ) y teatro (Glengarry Glen Ross ). "Lo que va saliendo", dice. "Me gustan los tres medios, quizá más el teatro. Son lo mismo, pero diferente".

Gloria Muñoz (1948) procede del teatro independiente, el de los años previos a la muerte de Franco, el de aquel famoso montaje de Castañuela 70 , que hizo junto al extremeño Juan Margallo.

De aquella época le ha quedado "el deseo de trabajar en equipo, la idea de que con el teatro se pueden decir cosas. En mis comienzos yo solo quería ser actriz, pero luego llegué a creer que el teatro podía cambiar el mundo. Claro que hoy ya no lo pienso".

Esos valores los ha transmitido a sus hijos. Después de hablar con este diario, iba a ver al pequeño (Julián) actuar en un montaje en Madrid. El otro (Felipe) es iluminador escénico. Desde luego, "no les disuadí para que desecharan el teatro como medio de vida. Esta es una profesión preciosa. Pero sí les dije que se prepararan mucho".

Con una carrera firme y decididamente teatral, la actriz recuerda su paso por el Festival de Mérida en la comedia Golfus de Roma , en La Orestiada y en Las troyanas (2008). "Es un escenario que impresiona. Es grande pero a la vez acogedor. Cuando otros actores dicen que emite una energía especial, es cierto".