La travesía se inicia con imágenes panorámicas de un valle árido rodeado por una irregular cadena montañosa en la ribera occidental del Nilo, el lugar sagrado donde eran enterrados los soberanos del nuevo imperio egipcio. En el Valle de los Reyes se descubrieron 61 tumbas antes de dar con la que pasó a la historia como KV62. Intacta, ocultaba más de 5.000 objetos necesarios para descansar y emprender un viaje al más allá. «¡Cosas maravillosas!», dijo el arqueólogo británico Howard Carter cuando vio por primera vez el tesoro de Tutankamón el 4 de noviembre de 1922. El hallazgo fascinó al mundo. Nació la leyenda del joven faraón muerto a los 19 años.

Una muestra de ese tesoro se puede ver hasta el próximo 15 de septiembre en el Gran Salón de La Villette, en el marco de una gira que ha pasado por Los Ángeles y viajará a Londres, Sídney y media docena de ciudades más mientras se termina la construcción del Gran Museo Egipcio de El Cairo, donde reposará definitivamente Tutankamón coincidiendo con el centenario del descubrimiento de Carter. Son más de 150 piezas que revelan la calidad artística de objetos concebidos hace 3.200 años: vasijas, cálices, amuletos, esculturas, joyas, abanicos, muebles… Una sesentena de ellas no habían salido nunca antes de Egipto, como la figura en madera y pan de oro que representa a Horus sobre un halcón solar. No están, en cambio, ni la momia del faraón ni la célebre máscara funeraria dorada.

Tutankamón, el tesoro del faraón es una invitación casi cinematográfica a acompañar al soberano egipcio en su búsqueda de la inmortalidad. A seguirle en el mundo subterráneo para unirse a Rê, dios solar creador del universo. A cruzar la mirada con el guardián que ha velado el sepulcro durante miles de años. A vencer a las fuerzas del caos. Ese recorrido se hace en penumbra y empieza con un mensaje clave.

RITUAL FUNERARIO / «En el Egipto antiguo se muere dos veces. La primera, físicamente; la segunda, cuando tu nombre se pronuncia por última vez por los que están en la Tierra», dice la voz en off de un filme introductorio que prepara al visitante para adentrarse en los arcanos del ritual mortuorio que conduce al renacimiento. La exposición recorre el tránsito de Tutankamón hacia la vida eterna apoyándose en la función de cada objeto funerario. También muestra las fases de la aventura de Carter y las aportaciones de la arqueología moderna a través de paneles didácticos ordenados de manera cronológica que arrojan luz sobre viejas creencias.

Se explica ahí cómo se descartó la hipótesis del asesinato del joven faraón gracias a un examen tomodensitométrico del esqueleto completo de la momia realizado en el 2005 por el doctor Zahi Hawass. Hawass llegó a la conclusión de que la lesión que presentaba el cráneo, y que alimentó durante años las teorías del homicidio, fue posterior a la muerte. Cuatro años más tarde, un análisis de ADN detectó la presencia de malaria y se abrió paso la idea de que, debilitado por la enfermedad, Tutankamón murió por la infección de una herida en la pierna causada de forma accidental.

Se cuenta, claro, la leyenda que salpicó el descubrimiento de la tumba cuando en septiembre de 1923 el mecenas de Carter, lord Carnarvon, falleció repentinamente por la picadura de un mosquito y el mismísimo Arthur Conan Doyle atribuyó su muerte a la maldición de la momia. «Cualquier persona en su sano juicio debería rechazar con desprecio tal invención», le respondió Carter al creador del célebre detective Sherlock Holmes ante lo que hoy se bautizaría como fake news.

Las conjeturas sobre la venganza de Tutankamón por la profanación de su morada generaron una larga lista de muertes sospechosas y dieron juego al cine y la literatura. Las leyendas y el tesoro del faraón, que empezó a exponerse fuera de Egipto a partir de los años 60, convirtieron a Tutankamón en un auténtico icono pop. «La perfección artística y la minuciosa fabricación de los objetos son un ejemplo de la sofisticación y del desarrollo del Egipto antiguo y explican por qué Tutankamón se convirtió en un símbolo de este periodo», subraya el comisario de la exposición, Tarek el Awady.

A POR EL RÉCORD / Los organizadores de la muestra esperan superar el récord de más de un millón de visitantes que logró la anterior y primera visita del tesoro del faraón al Petit Palais de París, en 1967. «En estos tiempos modernos, donde internet ofrece a todos diversión y educación, nada puede sustituir la experiencia única de estar frente a un objeto auténtico que forma parte de la historia antigua», subraya John Norman, director general de IMG, empresa responsable de la exhibición organizada junto al Ministerio de Antigüedades egipcio en colaboración con el departamento de egiptología del Museo del Louvre de París, que ha prestado la estatua del dios Amón protegiendo a Tutankamón.

Cuando, ayudado por los dioses, el faraón llega al final de su periplo protegido por amuletos y fórmulas mágicas contra las fuerzas sobrenaturales, Tutankamón logra atravesar el mundo de los muertos. «Invoca el nombre de los muertos y les darás una nueva vida», se lee al terminar la travesía y regresar a la luz.