Antes de que se estrenara Frozen, las películas protagonizadas por princesas Disney parecían condenadas a la extinción por anacrónicas. Los moldes que habían caracterizado este estereotipo resultaban caducos para las nuevas generaciones. La era de las mujeres que despertaban con un beso de amor del príncipe encantador había llegado a su fin y había que buscar fórmulas que se adecuaran a la necesidad de cuestionar el rol de la mujer como elemento sumiso y objeto romántico. Pixar lo intentó con la princesa Mérida en Brave. Era pelirroja, valiente y guerrera. No funcionó como merecía, pero Disney debió de tomar nota.

En el 2013 lanzaron su apuesta, Frozen, una película inspirada en el cuento de Andersen La reina de las nieves, y protagonizada por dos hermanas, Ana y Elsa, esta última con la capacidad de convertir todo lo que tocaba en hielo. Elementos mágicos, épica, fantasía, himnos musicales y una protagonista velada, Elsa, que estaba a punto de convertirse en un icono. Había nacido un fenómeno no solo de taquilla, sino también sociológico. ¿Cuáles han sido las razones del superéxito de Frozen y, presumiblemente, de su secuela, Frozen 2, desde ayer en los cines?

EL NUEVO ICONO / las razones por las que Elsa se ha erigido como un símbolo dentro de la cultura popular escapan incluso a sus creadores. «En un nivel muy simple, la imaginación infantil se ve atraída por los poderes que tiene, por su capacidad para transformar las cosas a través de sus manos. Elsa es un personaje mitológico, pero también humano que se equivoca, es imperfecta como todos, es una mezcla de pasión y compasión», contaba el productor Paul del Vecho en su visita a Madrid cuando se le preguntó cuál era el secreto del éxito de Elsa. «Es todo fruto de la magia». Puede, pero hay algo más.

Elsa es un producto muy calculado que va dirigido a la identificación del público infantil con la necesidad de sentirse entendido y aceptado. Es una princesa, lleva un vestido precioso, pero se siente rara e incomprendida porque no es como los demás, algo que le provoca mucho sufrimiento. Hasta que toma una decisión: liberarse de todas las ataduras para dar rienda suelta a su verdadero yo, sin avergonzarse, aceptando que es un camino solitario, pero también que merece la pena ser fiel a uno mismo y sus principios. Quizá por eso muchos han identificado su discurso con el empoderamiento femenino, pero también como un canto de lucha frente a la discriminación sexual, razón por la que se ha convertido en un rutilante emblema para la comunidad LGTBI.

LAS CANCIONES / Otra de las grandes apuestas de Disney en Frozen fue recuperar el aspecto musical de sus grandes clásicos y llenar la película de canciones que sirvieran para explicar mejor la acción y a los personajes. Pero al igual que ocurría con el concepto demodé de las princesas, también había que dar la vuelta a los temas para lanzar a través de ellos mensajes que calaran en las nuevas y exigentes audiencias.

Frozen contenía nueve canciones, pero solo una cantada por Elsa en solitario, el ya mítico Suéltalo (Let it go). Comienza como un canto de desesperación y miedo para ir transformándose en un himno de aceptación jubilosa. Probablemente nadie en Disney pensó que su letra podría ser interpretada como una oda de reivindicación LGTBI, pero el subtexto estaba ahí para ser aprovechado según las circunstancias. Si para algunos fue una cuestión de identidad sexual, para otros fue una forma de liberarse de las ataduras del patriarcado, de las convenciones sociales, de las reglas del juego, en definitiva. Está por ver si la canción-icono de Frozen 2, Mucho más allá (Into the unknown), logra los mismos objetivos que su triunfal predecesora.

EL ÉXITO / El primer indicador que confirma el éxito de una película son, por supuesto, los datos de taquilla. En el caso de Frozen, poco hay que objetar, pues recaudó cerca de 1.200 millones de euros y se convirtió en la película de animación más taquillera de la historia hasta este mismo año, en que fue desbancada por El rey león. Hay otro indicador, que es la venta del merchandising relacionado con la película. Y todo lo relacionado con Frozen en forma de juguetes, muñecos, trajes de princesa, cosméticos o kits de fiesta ha sido descomunal, casi disparatado, con más de 1.000 productos puestos a la venta desde el 2013. Algunos tan extraños como una sopa de pollo Campbell’s en lata. Previendo que Frozen 2 volverá a disparar la pasión por Elsa, Anna y el muñeco de nieve Olaf, Disney no quiso esperar al estreno y el 4 de octubre ya lanzó a nivel el mundial el nuevo aluvión de merchandising

EL PÚBLICO / En octubre del 2015, en una entrevista con este diario, el director de culto Nicolas Winding Refn (Drive, The neon demon, Demasiado viejo para morir joven) sorprendía al periodista al asegurar que Frozen era su película favorita de los últimos años. «Está muy bien hecha, y la he visto muchas veces con mis hijos, y nos encanta», afirmaba el controvertido autor danés, cuyo imaginario violento y estilizado podría parecer muy alejado del de Disney. En verdad, y más allá del apasionamiento casi patológico que ha generado entre los espectadores más jóvenes, el filme no se quedó en un simple fenómeno infantil, sino que recibió desde el principio la aprobación del público adulto y de la crítica; de hecho, recibió un 90% de votos positivos en la web de valoraciones críticas Rotten Tomatoes, solo por detrás de incuestionables clásicos de Disney como Pinocho, El rey León, La bella y la bestia, La sirenita y La cenicienta.

En cualquier caso, y sería absurdo negarlo, Frozen (y presumiblemente Frozen 2), ha sido uno de los fenómenos de locura infantil más desbocados de la historia reciente. Sabido es que a los niños les fascina ver una y otra vez sus películas favoritas, pues se trata de un mecanismo psicológico mediante el cual el cerebro infantil aprende y consolida la información a través de la repetición, pero con Frozen dio la impresión de que la cosa iba más allá. Los niños veían la película en un bucle sin fin y cantaban sus pegadizas canciones hasta la extenuación. Actores como Amy Adams, Vince Vaughn y Ben Affleck, e incluso el exprimer ministro británico David Cameron, han reconocido que algunos de sus hijos cayeron en la hipnosis repetitiva de Frozen. Y Pearl Jam llegó a cantar Suéltalo (Let it go) en un concierto en Milán, en el 2014, porque Eddie Vedder se lo había prometido a su hija.

Y AHORA, ‘FROZEN 2’/ Anna y Elsa han madurado y esa es una de las bases sobre las que se sustenta esta nueva entrega. Ahora tienen que tomar decisiones y enfrentarse a retos que requieren de mucha valentía. Incluso Olaf, el elemento cómico de la función, quiere hacerse mayor, como le ocurre a todos los niños que desearían crecer más rápido.

Conscientes del potencial que emana de Elsa como fenómeno social en gran parte del mundo, es ella la que vehicula la narración, ya que se trata de descubrir de dónde procede su don y qué significado tiene. Uno de los eslóganes de la película interpela directamente al espectador: «Encuentra tu propio poder», una manera de seguir creando una conexión directa con un público infantil y juvenil que busca algo más que una película de fantasía. Seguramente muchos buscarán un sinfín de interpretaciones a esta nueva aventura, pero lo cierto es que Disney ha intentado componer una película más arriesgada, más imaginativa y adulta sin perder sus señas de identidad y poniendo en valor sus ingredientes fundamentales: que no es solo otra película de princesas Disney.