El Gran Salón de la Embajada Francesa de Madrid se convirtió la semana pasada en una de las impresionantes estancias del palacio de Versalles que, en el siglo XVIII, acogieron los grandes bailes y las intrigas de la corte del rey Luis XVI. El espacio, decorado para la ocasión con mobiliario y tapices propios de la época, invitaba a dejar volar la imaginación. Era fácil evocar a las damas de la corte paseando y bailando ataviadas con aquellos insufribles corsés, los complicados miriñaques y las pelucas imposibles que podían alcanzar hasta medio metro de altura.

Entre todas ellas destacaba una joven austriaca de apenas 15 años a la que solían llamar Toinette y que, debido a un matrimonio concertado con su primo Luis Augusto --el futuro Luis XVI--, acabaría convirtiéndose en la reina Maria Antonieta.

Según Juan Luna, conservador jefe del departamento del siglo XVIII del Museo del Prado, "la alegría con la que la joven recibió la noticia de su boda contrastaba con el sentimiento de todos aquellos que sabían su falta de preparación para todo lo que le esperaba". Y, tal y como recoge Antonia Fraser en María Antonieta. La última reina (Edhasa), base de la película en el María Antonieta , dirigida por Sofia Coppola, que se estrena en España la semana que viene, la joven monarca no dejaba de ser una niña que pasó a vivir en un mundo "de seda y pasteles".

Lejos de los calificativos despectivos con los que la historia ha castigado a la reina, Coppola ha querido mostrar la cara más humana de la archiduquesa que llegó a ser la reina de uno de los imperios más suntuosos existentes antes de que la revolución decapitara al antiguo régimen.

EL DERROCHE COMO REFUGIO Sin consumar su matrimonio hasta siete años después de la boda a causa de la inapetencia sexual de Luis XVI, María Antonieta intentó alejar su permanente sentimiento de soledad refugiándose en los grandes lujos que le permitía su posición. Entre esos lujos se encontraba el vestuario, que, en el caso del filme de Coppola, es uno de los elementos fundamentales que se han empleado para recrear la época.

La directora contó con Milena Canonero para diseñar los trajes del filme. Ante la muestra de estos vestidos, es fácil entender por qué la moda de la corte francesa de finales del siglo XVIII sentó precedente en la historia.