Deux femmes (1902) es un excepcional cuadro de Gauguin tasado en 18 millones de euros y realizado por el artista un año antes de su muerte. Algo más barato, 12,7 millones de euros, es el óleo (1919), de Amadeo Modigliani. Y 11 millones de euros cuesta la hermosa pintura al temple de Sandro Botticelli conocida como la Virgen de Rockefeller . Las tres piezas, las más caras del salón, buscan comprador en The European Fine Art Fair (TEFAF) de Maastricht (Holanda), la más importante y prestigiosa feria de arte y antigüedades de todas las que se celebran (del 12 al 21 de marzo).

Pero hay más: Rembrandt, Miró, Matisse, De Kooning, Brueguel, Picasso, Damien Hirst y un largo etcétera de artistas de todas las épocas, estilos y técnicas. También es posible encontrar muebles, manuscritos, joyas, cristal y orfebrería. Y auténticas maravillas como una pequeña terracota de Bernini, en la que se quedaron grabadas sus huellas dactilares y que el italiano realizó para coronar el baldaquino de San Pedro. En total, la feria reúne 30.000 piezas que han pasado un exigente control. Veintiseis comités formados por 168 expertos de todo el mundo las examinan una por una, y ante la más mínima duda sobre su autenticidad o conservación, la pieza se retira.

Esta garantía es lo que hace que los mejores coleccionistas privados y representantes de los principales museos del mund y los expositores más prestigiosos acudan a la cita, y que la crisis se sortee mejor que en otros salones. "Se percibe la recesión, pero no en la calidad y la cantidad de las obras expuestas", afirma el catedrático Benito Navarrete, el único español en el comité de expertos junto al galerista Daniel López de Aragón. La crisis también tiene un lado positivo: "Afloran nuevas obras en el mercado que en otros momentos no hubieran salido". Por lo que se refiere a las ventas, nadie osa hacer pronósticos, pero hay confianza en las instituciones".