Ferran Monegal se somete al cristal deformante del humor. "Jordi Rius lo hace bastante bien --admite el crítico--, y en casa reímos mucho, aunque siempre corres el riesgo de quedarte en el muñeco, ¿no?". Un dato biográfico para los guionistas de Toni Soler: montó un bar de copas en Menorca donde pinchaba música de los años 40 y 50. Peppino di Capri y compañía.

--¿Sabrá su imitador polaco que fue marinero?

--¡Mozo de cubierta! Limpiaba la cubierta del barco en travesías trasmediterráneas hasta el estrecho de los Dardanelos.

--¿Y eso?

--Un conflicto generacional con mi padre, que quería que fuera cirujano como él. A los 18 años me fui de casa. Un día tocamos puerto en Santa Cruz de Tenerife, me enteré de la existencia de la Universidad de La Laguna y allí aprobé el preuniversitario. Hice la carrera en la Escuela de Periodismo de Barcelona.

--Luego fue crítico de teatro.

--En una época efervescente en la que apareció Salvador Távora y La Cuadra de Sevilla, en la que se estrenaron los primeros Brecht en Barcelona, en la que nacía Núria Espert. Viajé a muchos festivales. Aviñón, Cali, Nueva York. Pero el teatro dejó de ser un arma, como decía Ricard Salvat.

--Era usted feroz. ¿Ahora muerde pero menos?

--Digamos que ya no disparo a la palomita, solo al buitre. Yo nunca ataco al pobre concursante de Gran Hermano, sino a los que diseñan todas las perversiones que les pasan para excitar a la audiencia. La tele ya no es un reflejo de nosotros. La tele ha creado una realidad falsa y nosotros tendemos a imitarla.

--Sin telebasura quizá no existiría el crítico Monegal.

--Si no hubiera invasiones norteamericanas a Afganistán quizá no existirían Jon Sistiaga ni Vicente Romero. Yo nunca me apeo de la función de periodista.

--Zapea, no analiza fenómenos televisivos.

--Yo siempre voy por la acera, no soy aficionado al alpinismo. Y en ese andar me encuentro con un contenedor, con un tío que se desangra, con una maltratada, con un jilguero sobre el cagarro de un rottweiler... Ese es el trabajo del periodista. ¡Alerta con los profesionales que prefieren ser escaladores! Eso se da mucho en la curia romana y, sobre todo, en la púrpura cardenalicia. ¿Se ha dado cuenta de que la mayoría de obispos y cardenales son aficionados a la montaña? Desde arriba, las personas se ven como hormigas.

--Pues tiene usted ademán de telepredicador.

--Es el mío. Yo he llegado a la tele mayor, ¿sabe? Mi escasísima preparación como presentador hace que actúe con naturalidad. Yo me equivoco de cámara, y no lo hago a propósito como Carmen Sevilla, ¿eh? Yo no hago comedia, como esa periodista del programa 21 días que se reencarnó en una sin techo. Yo no hago trampa.

--Señala con dedo acusador.

--Nunca he condenado un programa. Al contrario, yo era partidario de que los niños vieran El diario de Patricia , con alguien al lado que les explicara las trampas, que les hiciera ver cómo utilizan a los inmigrantes dándoles un bocata de chóped a cambio de que hagan el numerito. Yo no creo en el horario protegido. Creo que hay que saber ver la tele.

--Criticar a su propio canal no estaría mal.

--Hablo de lo que la gente ve. Lamentablemente, BTV tiene unos índices de audiencia muy modestos. En el preciso momento en el que bajen los índices de audiencia de Merceditas Milà, dejaré de hablar de la ratomaquia.

--¡Pobre Milà! En su libro de ornitología la compara con una busarda ratonera.

--¡Ah, la Merceditas! Después de 10 ediciones, para la flautista de Hamelín de la ratomaquia, lo de menos son los ratones. Lo importante es ella, sus números, su mear en la ducha y su cagar en el mar. Se ha transformado en la gran histriónica. Dice que es la madre de todos, pero es una madre antropófaga. Enciende las bajas pasiones de los ratones, y al lograr el clímax, hace de bombera.

--Y a Xavier Sardà lo compara al cóndor de los Andes.

--El cóndor es una rapaz carroñera de primera clase. Navega por los cielos con una prepotencia indisimulable. Sardà voló alto en la cadena contenedor, a la que quizá volverá.

--¿Acabamos con una autocrítica?

--Sí. Cometo demasiados barbarismos. Y ha habido entrevistas que he llevado mal... Pero siempre he repartido bien la dentellada, ¿eh? Aunque admito sentir predilección por las cadenas públicas.