¿Cómo se puede morir feliz con una enfermedad que conlleva tanto sufrimiento? La respuesta a esa pregunta ha llevado a Javier Fesser a abordar en Camino el oscurantismo religioso que envuelve al Opus Dei con un exceso de licencias oníricas sobre la vida de Alexia González-Barros. La niña real y la protagonista del terce filme español que ayer compitió en San Sebastián falleció en 1985, a los 14 años, tras afrontar con "una madurez insólita" un tumor cerebral que la dejó postrada. La intención del director es "radiografiar" la estricta educación religiosa basada en el ideario del Opus Dei que recibió Alexia, actualmente en vías de beatificación.

Camino peca de excesos, se embriaga de sí misma, pero retrata con acierto el sistema de control interno que ejerce una orden religiosa con influencia y poder: regenta colegios de élite, prestigiosos centros universitarios y clínicas privadas. Muestra esa vigilancia que se ejercen unos a otros para que las vocaciones no se pierdan. Muestra el veto riguroso y el miedo a influencias, como la lectura de ciertos libros. En su radiografía no hay disimulos.