Gorda se asusta porque ha estado mucho tiempo sin amor, hasta que la recogieron en el Refugio San Jorge. Gorda es una galga, de esas que los cazadores abandonan o cuelgan de un árbol cuando ya no les sirven, de esas que en febrero se hubieran quedado deambulando por las calles, en vez de en un sofá, que es el lugar al que pertenece un galgo. Gorda y Don son dos perros preciosos y muy queridos, que es algo que les debería ocurrir a todos los seres vivos del planeta.

Los ha fotografiado Tete Alejandre para el cartel del Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Un Festival raro, en septiembre, con aforo reducido y gel, pero con teatro. Teatro del que se escribió cuando había otras pandemias, otras formas de relacionarse, otros usos sociales, otras convenciones, los mismos reyes.

«Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil -escribe Hernán Casciari en un artículo que pueden leer en la red, «El móvil de Hansel y Gretel»-, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA,

PERO NO STOY MUERTA.

NO T PRCUPES NI

HGAS IDIOTCES. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción «Banda ancha móvil» de Movistar».

Podremos ver Romeo y Julieta, en la versión del Teatro Clásico de Sevilla, con versión y dirección de Alfonso Zurro: «Hoy les representaremos una pequeña historia. Una historia de amor. Y de odio. Había una vez dos jóvenes amantes...». Cómo es posible que el Amor, con una venda en los ojos, pueda guiarnos con sensatez, se preguntan.

«Salve, Roma victoriosa», se presenta Tito Andrónico. La pudimos ver en el Festival de Teatro de Mérida, en ese tiempo reciente en el que podíamos apretar la mano de un amigo cuando alguien escupe sangre, cuando Tito deja de entender qué está ocurriendo, cuando Tamora teje las venganzas. Es de Teatro del Noctámbulo, una de las mejores compañías de esta España nuestra: en enero irán a Madrid (qué complicada es esa plaza para los de provincias, aunque sus propuestas sean mucho mejores que otras obras que hemos visto con primeras figuras, y esto ocurre muy a menudo: tanto, que pasamos de la irritación al cansancio hace años). Es un Shakespeare de Teatro del Noctámbulo y lo dirige Antonio C. Guijosa: con él ya trabajaron en «Contra la democracia»: pídanla en sus pueblos, háganse ese favor. Lo sé bien: la he visto tres veces. Tito Andrónico, dos. La segunda vez que salí del teatro romano de Mérida, escuché a un señor: «Yo no sé por qué la han hecho tan sangrienta». Y este es el problema de no leer a los clásicos. Que ves una obra y piensas que Shakespeare era más comedido en las matanzas.

Eduardo IV, con toda la fe del mundo, le pidió a su hermano Ricardo que cuidara bien de sus hijos. Ricardo los mandó asesinar en la Torre de Londres y se proclamó Ricardo III. Shakespeare escribió «Vida y muerte del rey Ricardo III» y, como nos atraen los malos, le han interpretado Kenneth Branagh, Peter Dinklage, Alec Guinness, Ian Holm, Ian McKellen, Laurence Olivier, Al Pacino y Kevin Spacey, entre muchos otros. Era feo y jorobado. Ahora, el Pavón Kamikaze presenta su versión, con Álvaro Báguena, Chema del Barco e Israel Elejalde. Citan a Harold Bloom: «Estamos allí para divertirnos con el sufrimiento de otros».

Hamlet y su calavera y su ser o no ser, esa es la cosa, esa es la cuestión. ese es el dilema, también sufre. Lo ponen en escena los miembros de la ESAD, la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura, con su teatro dentro del teatro, sus anagnórisis y su forma de decir, como solo él sabía, una cosa y justo la contraria en la misma palabra: o puta o monja.

«El feminismo, las fake news o ese concepto tan popular de la España vacía se manifiestan en algunos de los montajes de este año», nos dice el Gran Teatro. Entre ellos, La ternura, de Alfredo Sanzol y siete espectáculos extremeños. Dos con los más grandes clásicos: La Celestina, de La escalera de tijera, y El libro de buen amor, de Guirigai: Los juglares y juglaresas escenifican la juventud inexperta del Arcipreste enamorado de todas; «los alegres consejos de don Amor y doña Venus; las historias de los amantes perezosos; la historia de Pitas Payas; los amores de don Melón y doña Endrina; la astucia de Trotaconventos; el combate entre don Carnal y doña Cuaresma...».

La Celestina es una tragiclownmedia y ahí están Lola Sánchez, Javier Rosado y Roberto Calle para dar vida a esta adaptación sin igual, con acrobacias, cuerdas, juegos y risas. El festival se inaugura con Deamarillo producciones y El carro de los cómicos de la legua, un texto de Miguel Murillo con actores solventísimos como Paca Velardiez, Juan Carlos Castillejo, Rafa Núñez, Gema González o Francis Lucas.

Cogeremos las mascarillas y los geles hidroalcohólicos, respetaremos las colas, será un festival más raro pero seguirán contándonos las historias que llevan arropándonos siglos.