¿Qué ha pasado este año con el Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos de Badajoz?, nos preguntamos atónitos los titulados en el arte de Talía y Melpómene y, tal vez, el público entusiasta de muchas ediciones. Obviamente, no entendemos el cambio de su orientación echando a perder la apreciada imagen de un Festival significado y consolidado.

¿Por qué se llama ahora Festival de Teatro de Badajoz borrando de la memoria su carácter internacional y su vínculo con la danza contemporánea? ¿Por qué se ha eliminado la participación de compañías europeas y latinoamericanas? ¿Por qué no se hacen actividades paralelas, a través de las cuales se atisban una serie de horizontes teatrales? ¿Por qué faltó la animación teatral en varios puntos de la ciudad para interesar al público joven? ¿Por qué disponiendo de un considerable aumento de presupuesto se han reducido las compañías a la mitad de otras ediciones? ¿Por qué su selección --concretada a propuestas de Cataluña, Madrid y Extremadura-- no ha ofrecido una participación más representativa del panorama teatral español? ¿Por qué la programación se ha caracterizado mayormente de "´bolos´ del teatro comercial, que confunden la orientación del original festival vanguardista y la posibilidad de reencontrar su esencia como fenómeno de comunicación para un público capaz de valorar esa alternativa teatral?

Desde luego, esta 31 edición no responde a las expectativas creadas, de prestigio y personalidad propia, en la historia del Festival pacense. Por el contrario, su programación de 11 compañías mal organizadas sólo ha expresado el carácter dominante hoy día de los eventos con producciones que, puntualmente, se pueden ver en otras fechas de temporada.

Pero, además, un surtido donde ha resaltado la mediocridad general y la decepción en funciones como ´El gran secreto´ de Comedians, falto de ideas y de magia; o de ´Boris Godunov´ de La Fura del Baus, espectacular artificio de provocación gratuita y de efectos obsesionantes; y peor aún en ´Hay que purgar a Totó´ con una Nuria Espert, que a estas alturas le ha dado por desempolvar comedias trasnochadas y actuar -hecha un adefesio-- más sosa que graciosa. Tampoco funcionó el estreno extremeño ´El ángel de la luz´, de M. Murillo / Al Suroeste, montaje oscuro, frío, distante --de Joao Mota-- donde la narrativa poética y las imágenes estáticas se suceden de forma muy simple.

Sólo destacaron dos espectáculos: ´La cena´ de Els Joglars, inteligente reflexión satírica en torno del medio ambiente, que A. Boadella resuelve con indudable maestría en un espacio austero; y la ya clásica ´Cartón Village´, de Teatrapo, fábula sin palabras sobre la pobreza, con montaje menos incisivo pero inundado de ideas divertidas.

Es, pues, de lamentar los malos resultados organizativos y artísticos del transformado evento. No aportan nada a un Festival "fiel a su objetivo de crecer y de innovar", que en otros años logró saltos cualitativos en la selección de espectáculos comprometidos con las nuevas tendencias. Y cabe recordar a sus organizadores la apuesta por la creación desde los comienzos del Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos de Badajoz, consolidado por el Patronato Badajoz 2000, tras varios meses de polémicas y presiones de grupos culturales.

Lo digo, porque con este cambio en el contenido y forma del evento hay, casi parecidos, dos Festivales de Teatro de Badajoz: uno del López de Ayala y otro del Auditorio Municipal (que organiza la concejala Rodríguez Píriz). El primero con mucho presupuesto y el segundo con poco. Pero ambos con producciones semejantes a las de la época del NO-DO.