Entre los actos del Día Mundial del Teatro, celebrados en diversas localidades extremeñas por la Consejería de Cultura y Turismo, el espectáculo de Suripanta ´Muerte accidental de un anarquista´, de Darío Fo, eleva el listón en la calidad de las producciones de ese grupo. Su estreno en el teatro López de Ayala constituyó todo un éxito.

La obra es una tragicomedia farsesca de denuncia sobre acontecimientos trágicos y oscuros de atentados terroristas de dudosa atribución, donde un detenido como posible culpable es un ferroviario que supuestamente se suicida cayendo de una ventana de la Jefatura de Policía de Milán. La habilidad del lenguaje y de la técnica dramática de Fo, creando un personaje magistral que aporta bajo distintos disfraces todo un compendio de elementos de creación del histrión, permiten introducir el contenido crítico para destapar la verdad del caso. Y así el espectador puede reflexionar sobre los métodos policiales al servicio de la represión, el falseamiento de las realidades por parte la justicia, la iglesia y el orden militar y la manipulación de los medios de comunicación.

Evidentemente, la obra ya es un clásico contemporáneo. En el transcurso de casi 4 décadas desde su estreno en Italia, la sociedad y las circunstancias han cambiado y evolucionado. Sin embargo, por su magnifica capacidad de entretenimiento y por las ideas básicas que Fo defiende, que siguen conservando la esencia del teatro político mordaz contra los poderes fácticos, la validan pese al paso del tiempo.

El espectáculo de Suripanta Teatro, en versión revisada de Carla Matteini y puesto al día y en escena por Esteve Ferrer, aprovecha al máximo las posibilidades expresivas del texto, consiguiendo una arquitectura de montaje muy coherente y afortunado en escenas de desbordante vitalidad cómica. Ferrer, jugando con la risa, la burla y la provocación, en un alarde de singularidad y creatividad, logra armonizar farsa y absurdo imprimiendo a situaciones y personajes un ritmo trepidante y sorprendente. El recurso de subrayar la violencia de las escenas, con gags de bofetadas y golpes socarronamente sincronizados bajo la técnica del clown, resulta un despliegue de energías corporales espectacular.

En la interpretación, el vital elenco alcanza un sobresaliente nivel. Todos los actores componen bien sus tipos. Pedro Rodríguez, que diversifica su talento al servicio de varias interpretaciones: el loco, el capitán Armando Guerra, el juez, el obispo, el señor con barba, destaca con excelencia en cada uno de los personajes. Le sigue el veterano Paco Obregón (el comisario jefe), mostrando su gran solvencia escénica. Simón Ferrero, Rubén Martínez (comisarios políticos) y Jesús Martín (agente) están geniales mostrando con hilaridad las flaquezas y contrasentidos de sus ineptos y corruptos personajes. Y Marisol López (la periodista), brindando su buen oficio a un personaje débil que buscando la "verdad" de la noticia termina manipulada en medio del delirante ritmo de los acontecimientos.