Escribo este artículo escuchando a Strauss: a todos. Mañana acaba este 2016 y, hasta que no den las últimas campanadas, no nos fiaremos de que no se lleve a nadie más. Se está cebando a base de bien hasta el último momento. El martes fue Carrie Fisher (su madre, el miércoles), la princesa Leia de La guerra de las galaxias, ahora que han recuperado su espíritu para Rogue One... y su cara cuando era joven. No hay que explicar mucho lo que significa la saga de Star Wars para los habitantes del planeta, ni lo que muchos sentimos cuando vemos a R2D2 y a C2PO o un wookie pilotando una nave de la Resistencia, cuando decimos «te quiero» y responden: «lo sé»... o adivinamos bajo una túnica blanca los tan extremeños rodetes de Leia. Podríamos parafrasear a Madonna: «¿Puede el 2016 irse a la mierda YA?» Realmente se podría traducir de una manera más literal, y mucho más malsonante, pero pueden imaginarse cómo. Fisher fue también una magnífica guionista (muchas veces sin acreditar), poseía un humor desbordante y, sobre todo, contribuyó a que comprendiéramos mejor las enfermedades mentales y cómo actúan quienes las padecen.

Durante los finales de año, a todos les da por hacer balances: pero no creemos en finales: el tiempo es un continuo. Acababa de teclear eso cuando le pregunté a Álvaro Pons si estaba en lo cierto: él no solo es crítico de cómic (fue comisario de la exposición de España en Angulema hace algunos años ya), sino que también es catedrático de Física: lo que no se sabe, hay que preguntarlo. Y bien: los debates sobre el tiempo son eternos, pero lo vivimos como un continuo: primero un segundo, después el otro: sobre su duración, sobre lo larguísimas que se nos hacen algunas semanas y lo corta que se nos hace la vida entera, también podríamos debatir. «No tenemos ni idea de qué es el tiempo»: así de contundente fue: «Entendemos que es una dimensión más, con características especiales, como que solo se puede mover en una dirección». El resto, sobre termodinámica y demás, me lo ahorro, porque esto venía, simplemente, a que no vamos a hacer balances de final de año, que para eso ya están todos los artículos que han salido en prensa estos días hablando desde Bowie a George Michael, Prince, Leonard Cohen o la propia Fisher, el IVA cultural, la música, el teatro y todas esas cosas que ya hemos apuntado aquí en más de una ocasión.

Un nuevo año, de todos modos, aunque lo marque el calendario como una convención cultural, siempre es algo estimulante. En esta parte del planeta comienza para todos con el concierto de año nuevo en Viena (dirigido por Gustavo Dudamel, que tendrá un 2017 maravilloso, entre giras y óperas protagonizadas por Cecilia Bartolli)... y en Extremadura, con el de la OEx. Tobias Gossmann dirigirá a la sinfónica de la región (a las ocho, no a las nueve, como aparece en algunas entradas) con un programa formado por marchas, polkas y valses de Strauss (Johann, hijo) y de Charles Gounod. Siempre recuerdo al agregado cultural de la embajada de México contándome cómo, en Viena, le habían invitado, los médicos, a su baile anual... «Y allí estaban ellas, con sus vestidos de gala y ellos con sus s pajaritas, bailando... Vamos, su folclore».

A los Strauss, padre e hijo, se dedican siempre los conciertos que, en los primeros días del año, programan los dos grandes teatros de la región. Desde la Marcha Radetzky del padre, que cierra siempre los conciertos de año nuevo de la Filarmónica vienesa, con el público tocando las palmas, «dirigidos» por la batuta o las manos del director, hasta El Danubio azul de uno de sus tres hijos, el que se llamaba Johann, como él, y que fue el más famoso de todos, incluidos sus hermanos y sobrinos: la familia Strauss dominó la música austríaca durante generaciones. Con su folclore, sí.

De lo que sabemos que ocurrirá este 2017 que comienza pronto es que Alan Gilbert dejará la Filarmónica de Nueva York, que está inmersa en conciertos para despedir y comenzar el año estrenando The Jungle, de Wynton Marsalis, que es uno de los grandes del jazz vivos. Queda por ver si se exportarán a España los tweet seats, que son asientos especiales reservados en cada teatro, en los que no se molesta al resto de los espectadores si alguien quiere tuitear el concierto que está viendo. Ojalá sea pronto. No hay cosa peor que ver algo mientras a tu alrededor tres o cuatro pantallas están iluminándose. Y no: no tiene relación alguna con el tipo de espectáculo que se programa: la última vez que lo vi fue con la Novena sinfonía de Beethoven en todo su esplendor. Podemos pedir eso para el nuevo año: sitios donde no molesten. Eso es factible, como deseo pequeño para este 2017: solicitar que no fallezca nadie es absurdo: pero, por favor, ¿podrían no ser tantos?

Concierto de año nuevo de la Orquesta de Extremadura. Domingo, 1 de enero, 20.00 horas Teatro López de Ayala (Badajoz)

Strauss Festival Orchestra con ballet. Miércoles, 4. 21.00 horas. López de Ayala y viernes, 6, a las 19.00, en el Gran Teatro.