Internet permite que nuevos artistas consigan sus sueños con el solo apoyo de su talento, evitando cuestionables redes comerciales o estantes escondidos de afanadas librerías donde difícilmente pueden competir con los best sellers del momento, alineados en sus escaparates. Esa oportunidad ha sido el vehículo a través del que Francisco Rodríguez Criado amplía su producción literaria con su último ensayo, 'Raros', por el que desfilan individuos marginales, extravagantes o alienados que se escapan de la uniformidad imperante, narrados por un personaje innominado cuya biografía no cuenta con más méritos que el de dilapidar, sin prisa pero sin pausa, una herencia familiar. De este modo, Rodríguez Criado mantiene su pulso contra los impedimentos de un escritor alejado del Olimpo de las editoriales, en lucha por llegar al lector que sepa degustar su obra.

--¿Cuándo sientes la necesidad de plasmar en papel tus sentimientos?

--La necesidad de plasmar en el papel mis sentimientos no es el germen de mi literatura. Soy bastante más ambicioso, al menos en este aspecto. No renuncio a la emotividad plasmada en el papel, pero para mí la literatura es un viaje intelectual que sobrepasa lo meramente emotivo. Un verdadero escritor no debería airear la bandera de los sentimientos con excesiva alegría. ¡Cuántos libros o manuscritos suspenden el examen por su excesiva carga sentimental!

--¿Por qué merece la pena escribir?

--La escritura, como la vida, obedece a intereses difíciles de desentrañar. La escritura me ha ayudado en muchos aspectos pero a la vez me ha embarcado en viajes de incierto retorno. Diré, en cualquier caso, que no soy un mitómano sobre el oficio de escribir, que es mucho más arduo (y a veces desagradecido) de lo que muchos creen. Unas veces pienso que escribir lo es todo y otras tengo la sensación de que ya he escrito demasiado.

--Prosa o poesía y por qué.

--Prosa. Es un vehículo más ordinario, más terrestre que la poesía, pero te permite hacer más kilómetros. He escrito poemas que viven confinados en el disco duro de mi ordenador, y es ahí donde deben seguir.

--Un momento de tu vida que ha marcado tu obra.

--Las malas experiencias. Aunque, ojo, las buenas también marcan la obra y la vida de una persona. No todo tiene por qué ser trágico. Pero considero que por lo general una mala experiencia tiene más potencial literario que una buena, porque te deja con ganas de resarcirte, y es ahí donde la literatura juega un gran papel.

--Elige una de tus obras y explica el motivo.

--Sin menospreciar otros libros, tengo bastante aprecio a 'Mi querido Dostoievski' (La Discreta, Madrid, 2012), una novela que focaliza en un solo personaje y en su circunstancia un problema que atañe a todo ser humano con un mínimo de conciencia: el sentimiento de culpa y la necesidad de redención. Nunca antes había desarrollado tanto la psiquis de un personaje. Para mí fue un ejercicio de literatura, pero también de psicología.

--¿Escribir es un intento de inmortalidad?

--No tengo ni idea. Demasiado sufro con mi condición de mortal como para aspirar a la inmortalidad.

--Un autor que haya influido especialmente en tu obra.

--He leído a tantos autores que no creo que haya uno que destaque sobre el resto, en cuanto a influencias sobre mi obra. Diré, no obstante, que me han impactado mucho las novelas de Isaac Bashevis Singer sobre los shtetl (pequeñas aldeas judías de la Europa del Este), que acabarían siendo masacradas por Hitler. Me interesan muchos las historias de Singer (premio Nobel de Literatura en 1968), que tienen la virtud de llevarnos en volandas (al menos a mí) a un mundo lejano que no hubiera conocido sin el talento de su pluma. Por lo general me interesan esos escritores que me abren la puerta a nuevos mundos, y también los que me enseñan a mejorar mi técnica literaria.

--¿Cómo te gustaría que te recordaran?

--Con cariño, que no es poco.

--Una reflexión ante la vida.

--Si pudiera sintetizar la vida en una reflexión de dos o tres líneas me hubiera ahorrado todos los libros que escrito. Creo que la vida no se merece la síntesis de un aforismo.

--Una anécdota divertida.

--No es nada del otro mundo, pero recuerdo que hace años, en una cafetería de Cáceres, una señora me confundió con un periodista que salía mucho en televisión y que entonces estaba de moda. La buena mujer vino hasta mí para contarme lo mucho que me admiraba. Yo traté de sacarle de la confusión, pero ella no se fiaba de mí. Supongo que, una vez me marché, los camareros la sacaron de su error y le explicaron que yo no era el periodista famoso, que yo no era nadie. (Para ella --lo vi en sus ojos-- fue una tremenda frustración. Supongo que habría soñado aquel momento y yo se lo arruiné). Aquella misma mañana, nada más regresar a casa, encendí el ordenador y escribí un relato humorístico-surrealista sobre la anécdota.

--¿El escritor debe estar al margen de la política o la escritura puede ser un arma de compromiso político?

--El escritor es un ciudadano más y puede utilizar su pluma como considere oportuno. La literatura ha acompañado siempre y acompaña hoy las causas nobles, como no podría ser de otra manera. El problema es que hay escritores avispados que no defienden causas nobles per se sino los intereses de partidos o de medios de comunicación que les pagan muy bien su servilismo. Lo que algunos llaman "compromiso político" no deja de ser en demasiados casos sectarismo bien remunerado.

--Un recuerdo de la infancia.

--Las partidas de canicas (bolindres, decíamos nosotros) en la cacereña Plaza de Italia. Podría elegir otros muchos momentos: mi infancia me ha dejado muchos recuerdos gratos.

--Un viaje inolvidable.

--Supongo que el que hice a Irlanda, cuando ya llevaba conmigo el incipiente virus de la escritura. Pasé dos meses durmiendo en un desvencijado sofá del salón de una casa que un amigo compartía con otros españoles y con un irlandés. Los viajes turísticos, aunque son agradables, no suelen dejarme demasiado poso.

--Un lugar donde reposar para siempre.

--"Reposar para siempre" me sugiere la muerte. Pero si tuviera que elegir un lugar en el que pasar una vida eterna (si eso fuera posible), elegiría una casa cercana a una kilométrica playa de aguas calientes, donde viviría con mis seres queridos. Para que el sueño fuera completamente feliz, la casa debería tener una gran biblioteca de suelo enmoquetado, para poder leer tumbado en el suelo durante horas, que es uno de mis vicios confesables. (Aunque, ahora que lo pienso, me costaría "reposar para siempre" fuera de Cáceres, que sigue siendo mi hogar).