La decisión acordada el pasado martes de destituir a Francisco Suárez como director del Festival de Teatro Clásico de Mérida ha destapado su particular ´caja de los truenos´, con acusaciones hacia los responsables políticos del evento, centradas en el director general de Promoción Cultura, Javier Alonso de la Torre; el jefe de gabinete de la consejera de Cultura, Antonio Pacheco; y la propia titular de este departamento, Manuela Holgado. Suárez, que el mismo día que se dio a conocer su cese apenas quiso polemizar en torno a esa decisión, desvela ahora unas situaciones en las que dice haberse sentido "humillado y vejado" por parte de algunas autoridades del Patronato del Festival de Teatro de Mérida, a quienes acusa de anteponer la cantidad de público a la calidad de las obras porque solo buscan "los votos" y de no haberle dejado trabajar en la última edición.

--¿Le ha dado tiempo a reflexionar sobre qué ha podido pasar para que no le renovaran su contrato? Porque tengo entendido que está molesto con algunas autoridades de la Consejería de Cultura...

--Los políticos me han humillado, me han vejado y me han ninguneado en la última edición del festival, solo en la última, no en las dos anteriores. No me han dejado trabajar ni hacer la programación que yo quería, porque les salió un grano en el culo, yo.

--Pero, ¿por qué siguió en el cargo si vivió esta situación? ¿No intentó hacer algo para que no sucediera?

--Lo intenté y no me dejaron, no hubo comunicación ni diálogo, todo eran imposiciones. No tenía por qué dejar mi cargo porque hacía mi trabajo.

--¿Y se dirigió a la consejera?

--Nunca hablé con la consejera, nunca me recibió pese a las peticiones que le hice.

--Por lo que comenta, ¿cree que los responsables políticos anteponen la cantidad de público asistente a la calidad de las obras?

--Hay dos visiones de una programación, la de bolos muy baratos y con una rentabilidad amplia, y la que tiene un fin cultural y no ocupacional; yo intenté esta, pero el cincuenta por ciento de la programación de la última edición fue decidida por la consejería, sin contar conmigo.

--¿En qué casos fue así?

--Por ejemplo, yo tenía a Irene Papas y en su lugar pusieron a María Dolores Pradera; de esas cosas, seis, hacían oídos sordos a lo que les decía. El avaro y Electra , de Galdós, que no tiene nada de grecolatino, se contrataron a espaldas mías.

--Por todo lo que dice, ¿se ha sentido liberado tras su cese?

--La verdad es que sentí una sensación de tristeza y alivio a la vez, pero es agradable.

--De cualquier forma, usted sigue siendo el director hasta el 8 de octubre. ¿Tiene idea de quién le sustituirá?

--No tengo ni idea. Me gustaría que fuera Nuria Espert, pero es un deseo mío, sería maravilloso, es una gran actriz; o Mario Gas, un gran director; pero aquí lo que se busca es el márketing y el vacío de contenido.

--¿Qué piensa hacer a partir de ahora?

--Dedicarme a lo que sé hacer y lo que he hecho toda mi vida, a la dirección teatral. Tengo proyectos que me están llegando de amigos míos, pero ahora voy a ir a Grecia a seguir aprendiendo teatro grecolatino.