El tándem creativo formado por Veronika Franz y Severin Fiala llamó la atención en el 2014 con 'Goodnight mommy', especie de revisión de 'El otro' (es decir, de la inmortal figura del doble) con rastros claramente hanekianos. El año pasado se confirmó como fuerza terrorífica a seguir de cerca con 'The lodge', otra muestra de terror psicológico llena de ambigüedad y paranoia, desde hoy disponible en alquiler y venta digital con el título de 'La cabaña siniestra'.

En la película, hito de la competición del pasado festival de Sitges, un adolescente (Jaeden Martell) y su hermana pequeña (Lia McHugh) se quedan varados en, así es, una cabaña siniestra en la sola compañía de su nueva mamá (la gran Riley Keough), mujer rescatada de la secta de su propio padre años atrás. Mejor ahorrarse otros detalles del argumento, como con cualquier película de Shyamalan, fan declarado del dúo; les hizo una entrevista para 'Fangoria'.

Igual que en su debut, Franz y Fiala tratan la turbación como una de las bellas artes. Por eso insistieron en filmar en gloriosos 35 mm, como en 'Goodnight mommy'. Contaron para la fotografía con Thimios Bakatakis, quien ya había filmado en dicho formato otra deliciosa perversión del terror reciente, 'El sacrificio de un ciervo sagrado', de Yorgos Lanthimos. Dos expertos en convertir el miedo en música, Danny Bensi y Saunder Jurriaans, se encargaron del 'score'. ¿Qué podía salir mal? Esencialmente nada. 'La cabaña siniestra' merece recuperación y reivindicación con urgencia.

Desde los primeros minutos de la película, es fácil sentirse en buenas manos, o mejor dicho, los designios de una inteligencia superior y con apetito por la angustia. Es la mejor sensación que puede tener un fan del terror. "Nos gusta la idea de jugar con el público", nos explicó Veronika Franz en Sitges. "Hacerle tratar de adivinar lo que está pasando o lo que va a pasar". Su aliado, Severin Fiala, continúa la explicación: "Las situaciones sean lo bastante abiertas como para que el espectador tenga opción de pensar sobre ellas, de tratar de adivinar qué está sucediendo. También de discutirlo todo a posteriori. Nos aburren las películas demasiado obvias, aquellas en las que no hay preguntas para hacerse".

Lo que no fue, al parecer, fácil de explicar a los productores estadounidenses de 'The lodge', su primera aventura en inglés. (Severin): "A ellos les daba miedo justamente eso, que al espectador le quedaran preguntas para hacerse". (Veronika): "¡No les gustan las preguntas!" (risas). (Severin): "Después del primer pase de prueba, había gente discutiendo partes del argumento, y a nosotros eso nos encantó, pero los productores estaban inquietos. Se miraban entre ellos diciendo: 'Oh, no, están discutiendo del argumento'. Nosotros les dijimos: 'Eso es bueno, ¿verdad?'. '¡No, eso es malo!'".

El susto y el terror

"A mucha gente no le gustan nuestras películas", dice Severin. "Pero es que no son todo para el mundo". Las hacen para gente como ellos, con ganas de sufrir realmente cuando entra en una sala. (Veronika): "Yo lo admito: somos algo masoquistas. Cuando vemos una película queremos que nos hagan pedazos". (Severin): "Si una película de terror no te sacude de algún modo, se queda en simple entretenimiento. Lo cual está muy bien y es algo que disfrutamos. No tengo nada contra esas películas. Pero si me pongo a pensar en verdaderas favoritas, enseguida veo que las que me han marcado, e incluso definido como persona, son las que me han hecho daño".

Susto y terror son conceptos casi antagónicos, aunque a veces puedan convivir. El primero llega con la misma rapidez con que se marcha. Es un electroshock sin repercusiones. El terror es otra cosa, una humedad que se extiende lentamente y cuya mancha sobre el espíritu es difícil de arrancar. "Es esa clase de miedo que llega a un nivel más profundo. No deja de ser físico, puede hacerte sudar, pero también es psicológico y puede llegar a revelar algo sobre ti mismo que no sabías o no querías reconocer".

La conexión Aster

Franz y Fiala marcan distancias, si no como espectadores casuales, sí como artistas, respecto a ese terror light que hasta no hace mucho dominaba las taquillas y amenazó con acotar en exceso el concepto global del género. No se sienten solos: en los últimos años, un puñado de jóvenes autores se han puesto de acuerdo en hacer cine de terror a la vez accesible y exquisito. (Severin): "Estamos en un gran momento. Puedes hacer una película de terror con ambiciones artísticas y que la gente vaya a verla". (Veronika): "Creo que empieza a haber cierto hartazgo respecto a las fórmulas del terror para todos los públicos. Una vez está bien, otra vez también, pero a la décima vez que has visto la misma película, empiezas a buscar otras cosas".

Entre esos jóvenes autores, el dúo encuentra una particular conexión con Ari Aster, director de 'Hereditary' y 'Midsommar'. Así en la primera como en 'La cabaña siniestra', la casa de muñecas tiene un papel metafórico fundamental. "Pero ya habíamos acabado de rodar cuando se estrenó 'Hereditary'", señala Severin. "La conexión nos sorprendió. Aster también diseñaba pequeños sustos a través del montaje, igual que nosotros; una forma de poner al espectador en guardia. Cuando vimos 'Midsommar' alucinamos otra vez: había momentos iguales a algunos que habíamos rodado y finalmente cortado para la segunda película". (Veronika): "Aster es un cinéfilo en toda regla. Somos fans de las mismas películas, como 'Despertar en el infierno' y 'Qué difícil es ser un dios', esa clase de películas únicas, visuales e intensas".