El escritor extremeño (1972) presenta en Mérida ´La hora de los despojos´, un retrato de hombres en los 50 en el mundo rural, que han perdido toda esperanza

Sea por el teatro o por la novela, las obsesiones de Fulgencio Valares se mantienen intactas con los años. Gentes que no consiguen nada, un estado de cosas inalterable, la busca de la identidad, el abuso del poder... Ahora reaparecen en La hora de los despojos (De La Luna Libros), su última novela, que hoy (20.30) se presenta en el centro Alcazaba de Mérida. Hombre de teatro y escritor, ha estrenado La reina vaca , Las meninas duermen en la rúa o, en el pasado Festival de Teatro Clásico de Cáceres, Jazzclub Polonia . Su novela anterior, La mancha de la mora , fue premio Carolina Coronado.

Retrato de un tipo de hombres en torno a los cincuenta años a los que la prosperidad de los últimos treinta años en Extremadura ha dejado de lado, La hora de los despojos relata mediante una sucesión de monólogos ese mundo de solteros de pueblos que no cumplieron las previsiones de sus vidas: dejaron los estudios, trabajaron en el campo y no lograron casarse ni fundar una familia.

"Se ha hablado de la soledad de la ciudad, de la de las mujeres rurales, pero de los hombres solteros se ha contado poco". Uno los puede ver en los bares, de madrugada, solos, bebiendo o tomando drogas.

En esta novela, cuatro de esos hombres cometen una violación que queda impune porque uno de ellos es hijo de un político del pueblo y el juicio no llegó a celebrarse. Valares indaga a través de este hecho en esa sociedad rural en la que "el poder está mal usado y puede convertirse en un poder mafioso, que es capaz de quitarte el trabajo, que conoce a todos y tiene influencias".

El pueblo donde ocurren los hechos no tiene nombre, pero sí que se encuentra en Extremadura. "Lo que sucede allí sucede en cualquier lugar. Por eso no quise nombrar un pueblo concreto. Pero es un trasunto de sitios como Cáceres, Miajadas, Mérida...".

Para alguien que habla de la identidad, vivir en Extremadura "no significa en principio nada. Podía haber nacido unos kilómetros al oeste, y sería portugués y habría estudiado a Pessoa en lugar de a Lorca. Pero mi identidad es extremeña, aunque no hago bandera de ello. Somos ciudadanos estemos donde estemos".

Así que expresa cierta fobia hacia los nacionalismos. "Son una manipulación política para desviar la atención hacia otros asuntos. Lo normal es que gentes de diversas culturas convivan. De entrada, nadie desprecia a los catalanes, a los chinos. El conflicto se da manipulado por el poder a través del miedo".

Los personajes de La hora de los despojos van más allá de ese dilema. No tienen identidad. No dejan huella. "Viven una soledad tal que podrían morirse y el mundo seguiría exactamente igual. Me refiero a ese vacío que produce que nadie tenga un testigo de su vida al lado (una mujer, un amigo)".

Valares se muestra crítico con las visiones reduccionistas que se dan en la sociedad actual, donde las gentes se mueven por etiquetas y se renuncia a pensar.

"Desde fuera es fácil opinar sobre cómo es la gente de los pueblos". De modo que el escritor hace un ejercicio de entendimiento de las actitudes sociales irreductibles a esquemas. Sean de mujeres maltratadas o de hombres que violan. "Hay que entender hasta dónde puede conducir el dolor".