Menuda y flaca, Margaret Atwood (Otawa, Canadá, 1939) transmite a primera vista una falsa sensación de fragilidad subrayada por un caminar pausado, una manera sutil de encogerse de hombros como si se protegiera del entorno y un hilo apenas audible de voz cansada. Hasta que clava en los ojos de su interlocutor una mirada cargada de inteligencia y, sobre todo, de un vigor insospechado. El encuentro con ella se concertó apenas una semana antes de las elecciones estadounidenses y se celebra poco después de las mismas. En ese tiempo, la primera pregunta obligada ha experimentado un cambio radical. En vez de averiguar en qué medida se alegraba de la victoria de Hillary Clinton, a esta escritora canadiense conocida por su firme defensa de las causas de sus congéneres, toca preguntarle por la sorpresa de Trump.

"Estados Unidos ha votado así por miedo. Son el primer país del mundo: ¿qué les asusta tanto? Cualquier otro país de cualquier otra región del mundo, acaso con la única excepción de Canadá, tiene más razones que ellos para pasar miedo. Creo que en parte se debe al envejecimiento de la población. Hay muchísima gente votando con cerca de 70 años". Enfrentada a la contradicción de que la gente vote por miedo precisamente a quien más miedo podría provocarle, matiza: "Trump consiguió que la gente tuviera más miedo a Hillary que a él. Y lo consiguió con el simple método de no decir nunca qué iba a hacer, más allá de cinco conceptos muy básicos y de aplicación imposible. Consiguió que la gente votara por miedo a los mexicanos, al terrorismo islámico... La televisión les suministra una dieta permanente de asesinatos y viven convencidos de que cuando salgan de casa habrá alguien esperándolos a la vuelta de la esquina, dispuesto a matarlos. Creen que será un mexicano, un afroamericano, un musulmán, cuando la verdad es que en su mayor parte los blancos se matan entre ellos".

MATAR "CON AMABILIDAD"

El miedo está en el centro de 'Por último, el corazón', su última novela, de publicación inminente en España. Sus protagonistas, Charmaine y Stan, malviven de las propinas que gana ella en un bar de mala muerte. El Estado ha adelgazado tanto que no se lo ve por ninguna parte. Un proyecto privado, llamado Positrón, les ofrece vivienda, protección y estabilidad económica. A cambio solo tienen que renunciar a su libertad en meses alternos. "Muchos lectores me dicen que Charmaine y Stan nunca tendrían que haber aceptado ese trato. Hay que ver qué opciones tenían: viven en un coche, asediados por la violencia. En esas circunstancias yo misma me hubiera inscrito en Positrón. Funcionamos así: por defender el nido, somos capaces de cualquier cosa". Una vez dentro de Positrón, ambos descubren que son capaces de hacer cosas que jamás habrían imaginado: tal vez matar, si es necesario. "Pero con la mayor amabilidad -apunta Atwood-. Y convencidos de hacer lo que deben. Seguro que todos esos que se suman al estado islámico también se dicen a sí mismos que van a cortar unas cuantas cabezas por una buena causa".

Una vez presentado el verdadero conflicto de la novela, el que se produce en nuestro interior entre el afán de seguridad y el deseo de libertad, 'Por último, el corazón' funciona, en términos narrativos,como el mejor 'thriller': "La escribí como escribía Dickens. El germen fue un proyecto que iba a desarrollar 'online', improvisando, hasta que mi editora me convenció de que era una novela. Pero el método no cambió. Durante buena parte del proyecto escribía sin saber qué iba a pasar a continuación. Por eso tenía que dejar cada entrega, cada capítulo, en el punto más alto del suspense. Y retomarlo al día siguiente".

CÁRCELES PRIVADAS

Paradójicamente, al mismo tiempo la novela se va convirtiendo en una comedia de enredos luminosa, atravesada por la vitalidad, el deseo sexual y un humor disparatado. En el último tercio, algunos personajes se pasean disfrazados de Elvis y Marilyn, mientras otros se accidentan haciendo el amor con robots que no acaban de funcionar: "Me he limitado a usar elementos que están ahí. No hay más que ir a Las Vegas para verlos. Parece una comedia ligera porque acaba bien. Sin embargo, es bien oscura". "Esto no es necesariamente el futuro -aclara-. Es un futuro posible, en el que todo lo público, incluso las cárceles, pasa a manos privadas si puede convertirse en negocio".

No es la primera vez que recurre al género distópico. Ya lo hizo en su día con 'El cuento de la criada', tal vez su obra más celebrada, de la que se produjo en 1990 una versión cinematográfica protagonizada por Natasha Richardson y Faye Dunaway, con guion de Harold Pinter. Preguntada por la serie de televisión, en cuyos guiones ha participado como asesora, anuncia su estreno a principios de 2017 con papeles estelares de Joseph Fiennes, Max Minghella y Elizabeth Moss. «Eso ya está hecho. Solo falta estrenarlo". Ahora, la verdadera primicia es que acaba de firmar el contrato para que filmen la película de 'Ojo de gato', su novela sobre la amistad entre mujeres. Y sobre la venganza.