Seis años después y sin salir de su casa del Pedregal de San Angel, al sur de la ciudad de México, Gabriel García Márquez estará el próximo viernes en el candelero internacional.

No lo acompañarán sus putas tristes como la vez anterior, pero sí lo aguardarán y lo buscarán en las librerías millones de incondicionales ávidos de leer las pocas palabras que quizá alguna vez le escucharon decir. Porque el día 29 la editorial Random House Mondadori lanza a uno y otro lado del Atlántico Yo no vengo a decir un discurso , el compendio de los 22 textos que el premio Nobel de Literatura tuvo que escribir "a la fuerza" y encima leer en público.

¿Qué hace Gabo a sus 83 años?, se pregunta todo el mundo. Patriarca, otoño, laberinto, realismo o irrealismo mágico de la inevitable senectud, se imaginan muchos.

La única vez que se le ha visto en público últimamente ha sido en la boda del hijo del magnate Carlos Slim, Carlos Slim Domit. Quizá la pompa y ostentación que la rodeó hizo que se le viera aún más encorvado entre su bastón y el brazo de su mujer, Mercedes Barcha.

"Está gagá", han llegado a decir algunos. "Está bien de salud y con una actividad envidiable", dice el hombre que más le acompaña desde hace dos años. Cristóbal Pera, el sevillano crecido en Barcelona que se ha convertido en su editor.

Pera lleva cuatro años y medio en México, y muchos días hace el "largo camino en esta ciudad inmensa" entre Polanco, donde tiene su sede la editorial, y el Pedregal, esa zona residencial levantada a mediados de siglo pasado --como la contigua y mayor universidad de Iberoamérica, la UNAM-- sobre la lava que dejó el volcán Xitle hace alrededor de 7.000 años.

Más de una hora de viaje, la calle empedrada, los árboles floridos, la casa llena de tragaluces. Para encontrar, ya en plena marcha --entre el libro de los discursos que sale, el de lo artículos de prensa que preparan al alimón y la novela con la que sigue coqueteando y peleándose--, nada más y nada menos que a Gabriel García Márquez, a quien ya nadie se atreve a llamar el Gabo.

Curiosidad intacta

Se puede decir que Cristóbal Pera es un tipo afortunado. Frecuenta a un maestro octogenario con el que, aparte de la tarea en la que andan metidos, habla de libros, del mundo y de la vida. García Márquez no solo "está bien", asegura el editor, sino que "sigue con extrema curiosidad todo lo que está y ocurre a su alrededor".

A Pera le consta que ±lee la prensa de manera obsesiva, sobre todo la de Colombia, la de España y la de México". Que "después repasa varias cosas que tiene pendientes, sobre todo una novela que está corrigiendo desde hace tiempo". Que "tiene también bastantes compromisos con amigos". De modo, concluye el editor, que "lleva una vida tranquila pero muy activa".

Lanzamiento austero

Para el libro de los discursos no hubo más que reunirlos, "redescubrir un par olvidados" y poner "algunos títulos más poéticos". Pudieron hablar de todo, reír las viejas anécdotas. Para el próximo, Cristóbal Pera y Gabriel García Márquez están escogiendo ±los artículos periodísticos más literarios", entre los que ya reunieron años atrás los cinco volúmenes publicados por la editorial Grijalbo. Pera confía en publicarlo incluso el año que viene. El editor dice que el viernes ±no va a haber nada así especialO, porque el escritor "hace tiempo ya que no participa en el lanzamiento de sus libros". No lo hizo --añade-- ni con Memoria de mis putas tristes , seis años atrás. A Pera, a millones de lectores y al propio García Márquez les preocupa más esa novela titulada En agosto nos vemos que el autor "no acaba de ver cerrada".

Y en el largo viaje de vuelta del Pedregal de San Angel --donde crecen las ideas-- a Polanco --donde se hacen los negocios-- Cristóbal Pera goza de la ciudad como lo ha hecho Gabriel García Márquez desde 1975. Lamenta y celebra lo "muy obsesivo" que el autor es con su obra: "Hasta que no está convencido completamente ni siquiera deja leerlo a sus más cercanos".

Pero confía en poder editar la última novela: "Ojalá le dé el visto bueno final algún día cercano". Ojalá lo celebremos en agosto, cuando la lluvia vuelva a romper las flores del Pedregal de San Angel. Con Gabo tras el jardín y los cristales, vivo, obsesivo y curioso.