Se situó en el panorama cinematográfico con 'Vientos de agosto' (2014) y con 'Boi Neon' (2015) se confirmó como uno de los mejores cineastas brasileños de la actualidad. Ahora estrena en España su tercera película, 'Divino amor', en la que retrata un Brasil futurista sometido al poder de la Iglesia Evangélica y, en el proceso, reitera su habilidad para capturar la carnalidad del cuerpo humano y su talento para componer imágenes cautivadoras.

¿Qué signos del presente lo condujeron a imaginar el futuro que 'Divino amor' plantea?La película nace de mi incomodidad al comprobar cómo la religión ocupa cada vez más espacio en el aparato del Estado de mi país y amenaza su laicismo. Cada día se registran unas 25 nuevas organizaciones religiosas, y el lema preferido del presidente, Jair Bolsonaro, es "Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos". Su ascenso mismo no se explica sin el del movimiento evangélico, que ha extendido su presencia por todos los órganos de poder, las instituciones y ámbitos como el deporte y la cultura.

¿Cómo ha sucedido?Por un lado, en Brasil -como en todo el mundo- la agenda conservadora se las está arreglando para atraer a una parte cada vez más importante de la población. Sin embargo, resulta más interesante el modo en que los evangélicos se han extendido entre las comunidades más pobres y las clases bajas. Pese a que los programas sociales del gobierno de izquierdas sacaron a mucha gente de la miseria, se extendió la percepción de que la prosperidad económica la trajo la religión.

La película se distancia del tipo de distopía religiosa oscura que 'El cuento de la criada' ejemplifica. Hasta cierto punto, el mundo que propone es seductor.Recuerdo que hace un tiempo asistí a una fiesta religiosa para jóvenes y me pareció alucinante. Allí se congregaba una multitud de adolescentes que solo querían pasarlo bien con sus amigos y amigas y bailar sin parar. Lo cierto es que la cultura evangélica no propone un estado totalitario. Su método para promover una agenda conservadora es apropiarse del tipo de cosas que consideramos progresistas, y en ese sentido es mucho más inteligente que el catolicismo. Por eso quise imaginar una iglesia que maneja la cultura pop, la música electrónica, las luces de neón y hasta el intercambio de parejas.

Aunque usted completó 'Divino amor' antes de la victoria electoral de Bolsonaro, es casi inevitable interpretarla en relación con ella. ¿Cuánto cree que la situación política brasileña afectará a la industria cinematográfica del país a largo plazo?El proyecto político brasileño actual se ha propuesto destruir cualquier modelo cultural que no sirva para fomentar su agenda conservadora, y por tanto es un proyecto aterrador. Por supuesto, eso no sucede solo en Brasil, es un fenómeno mundial. Pero Brasil se ha convertido en escaparate del mundo, y en el modelo de lo que ningún país quiere ser.

A diferencia de muchas de las películas que critican la religión, 'Divino amor' no recurre a la sátira o la caricatura. ¿Por qué?No la he hecho para expresar mi rechazo al proceso de evangelización, sino más bien para explorar su complejidad. Sí, el cine crítico con la religión suele caer en lo caricaturesco, y eso transmite unos aires de superioridad moral y de clasismo que me molestan mucho. El arte solo puede ser políticamente serio, y realmente radical, si es capaz de estimular reacciones críticas en lugar de afiliarse de forma dogmática a la ideología del que lo crea.