M.Night Shyamalan quizá sea el cineasta más importante de los últimos 20 años caído en el ostracismo. Su querencia a los giros argumentales, parte esencial de sus exitosos primeros thrillers, llegó a ser tal que, con el tiempo, esas trampas llegaron a ser vistas por el público como el único motivo por el que contaba historias. En todo caso, fue precisamente gracias a ese gusto por la pirueta narrativa que el director logro recuperarse del bache creativo en el que pasó años sumido, y del que películas como Airbender: el último guerrero (2010) y After Earth (2013) permanecen como estigmas.

El resurgir se lo debe sobre todo a Múltiple (2016). Cuando se anunció su estreno, los espectadores asumieron que se trataba simplemente de una película más de Shyamalan; contaba la historia de un secuestrador de adolescentes llamado Kevin (James McAvoy), enfermo mental con 23 personalidades distintas y en proceso de desarrollar otra más, gracias a la que aspiraba a adquirir habilidades sobrehumanas. Pero en los segundos finales de su metraje quedó claro que, lejos de ser solo una película, Múltiple formaba parte del mismo universo narrativo que El protegido (2000), todavía la obra maestra del director. Tal vez a causa de esa sorpresa o tal vez no, acabó recaudando 30 veces más de lo que había costado; y ese éxito nos sitúa hoy ante el estreno mundial de Glass (Cristal), que funciona como continuación directa de Múltiple pero también de El protegido.

La nueva película, en efecto, está protagonizada no solo por Kevin y sus numerosas personalidades, sino también por los dos personajes principales de aquella cult movie.

Por un lado, David Dunn (Bruce Willis), un hombre taciturno que descubre ser invencible tras sobrevivir a un catastrófico accidente de tren y decide convertirse en un superhéroe -pero uno que, en lugar de embutirse en trajes de látex, se hace pasar por un hombre corriente--; por otro, Elijah Price (Samuel L. Jackson), que provocó esa tragedia ferroviaria; su objetivo no era matar a inocentes, sino encontrar a un superhéroe contra el que desempeñar el papel de supervillano.

Durante los primeros compases de la cinta, Glass encierra a estos tres hombres extraordinarios en un hospital psiquiátrico de máxima seguridad. Allí los interroga la doctora Ellie Staple (Sarah Paulson), con el objetivo de estudiar con más detalle lo que a su juicio no son superpoderes sino, simplemente, delirios de grandeza. «Ese es el principal conflicto que plantea la película», comenta Samuel L. Jackson al respecto. «La sociedad considera a estos hombres unos locos, pero ¿y si la fe en sus propias capacidades los ha convertido en seres superdotados?».

A partir de esa premisa, la película explora también otras ideas, como el trauma y la soledad existencial que sentirse distinto al resto del mundo provoca. «Los tres personajes están rotos de un modo u otro», opina McAvoy. «Y todos ellos recurren a un álter ego para dar sentido a sus vidas: uno se convierte en justiciero; el otro, en bestia vengadora, y el otro, en genio criminal». En ese sentido, la película desarrolla algunas de las ideas que El protegido planteó acerca de las diferentes manifestaciones de los villanos de cómic. «Está el soldado, que lucha contra el héroe con las manos», explicaba alguien en aquella película. «Y luego está la verdadera amenaza, el malvado archienemigo que combate al héroe con la mente». Mientras avanza hacia la materialización de ese planteamiento, Glass funciona como disquisición sobre lo que los cómics significan y sobre la obsesión que el gran público siente por ellos.

ADELANTADA A SU TIEMPO / Entretanto, esta tercera entrega adopta algunas de las maneras narrativas gracias a las que, hace 19 años, El protegido demostró que las historias de justicieros podían ser dramática y psicológicamente hondas. «Fue una obra adelantada a su tiempo, porque deconstruyó un género incluso antes de que el género existiera», recuerda Jackson. «Solo unos meses después, Spider-Man (2002) reventó la taquilla e inició la fiebre por el cine de superhéroes». Hoy aquella película es valorada en su justa medida, pero en su día no funcionó en taquilla y los planes de M. Night Shyamalan para darle continuación fueron inicialmente olvidados.

Teniendo en cuenta todo el tiempo que acabó tardando en hacerlo, hasta cierto punto sería comprensible que aprovechara la omnipresencia de los hombres con superpoderes en la cultura popular para convertir la trilogía que Glass cierra en una saga más amplia. «Yo creo el universo que Night ha creado admite varias películas más, y reflexiones más detalladas sobre qué es un héroe y qué un villano», opina McAvoy. «En todo caso, la última palabra la tiene él».