Esta divertida comedia de figurón de Rojas Zorrilla, el puntal más aventajado de la Escuela de Calderón, que fue representada el sábado en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres, deriva por un lado de las comedias de capa y espada y por otra de las farsas medievales. Consiste básicamente en cargar a un protagonista con toda clase de defectos físicos y morales, cuya estampa caricaturesca pintó al principio su criado, el gracioso Cabellera, con un poco de clisé cómico.

El desdén que le muestra la bella Isabel a este deplorable y rico pretendiente, don Lucas, a pesar de que su padre le mandara casarse con él, está justificado por el romántico amor que ésta siente enseguida por el pobre pero apuesto sobrino del protagonista, don Pedro. Este triángulo amoroso principal se va complicando con más peripecias de otras damas como la horrorosa y flácida hija del protagonista, que se desmaya cada dos por tres, aunque no canta mal, y otro burlado pretendiente, don Luis.

Destacan varias escenas muy dinámicas: la de la noche en un mesón, en el que salen con poca ropa y vigilándose mutuamente por celos; o la del malhadado viaje, en el que se sale una rueda de la carreta y ruedan todos rampa abajo. Todo ello incrementa la mucha y variada acción de la obra, que acaba con la vengativa reacción del desairado y rico protagonista, don Lucas, quien deshereda a su sobrino al quererse casar con la que estaba destinada en principio para él: esto le da a la obra un cierto mensaje de crítica satírico-social por tan desafortunado desenlace.

El montaje bien resuelto tanto por el buen uso del inclinado espacio central, como por usar muchas otras zonas, como la escalerilla de acceso, las escaleras de fondo, etc., para hacer un viajecito a caballo, en el que sonaban bien los cascos del mismo, en realidad una silueta equina; aparte del uso de otras zonas, generalmente bien iluminadas.

Vistieron los clásicos trajes de época, muy pomposos, en general muy bien caracterizados los actuantes, que se lucieron con una muy esmerada interpretación, bastante exagerada y farsesca, como correspondía a una comedia de figurón: constantes saltos, caídas, mucho aspaviento en los saludos, etc. Gustó mucho el impecable recitado del verso, en especial los más líricos entre la pareja joven de enamorados, pese a que él susurraba en exceso y no se le escuchaba bien. También el principio y los entreactos se adornaron con unos cantos corales polifónicos alusivos al título de la comedia y a su sentido satírico: los maridos, ya sean altos o bajos, hispanos o chilenos, no hay marido bueno. Y al final todo lo estropean, porque ‘Entre bobos anda el juego’.

El mucho público que abarrotó el graderío de San Jorge, en una plácida y risueña función, disfrutó de lo lindo del cuidado espectáculo, con que nos deleitó la veterana Compañía Nacional de Teatro Clásico, junto con Noviembre, ambas muy bien dirigidas por Eduardo Vasco, con su buen equipo técnico y excelente elenco. Lo rubricó una muy ruidosa ovación.