En ETA antes se comía de la hostia». Bienvenidos a Fe de etarras, comedia que bebe del humor de Ocho apellidos vascos y Vaya semanita, el programa de ETB que en el 2003 empezó a desdramatizar un tema considerado tabú hasta entonces. Tras una monumental y artificiosa campaña para desprestigar el nuevo trabajo de Borja Cobeaga y Diego San José, por fin podemos hablar de Fe de etarras y dar fe de que la película no se ríe de las víctimas (como aseguraban muchos sin verla), sino de los verdugos. Presentada en el festival de San Sebastián, el filme estará disponible en Netflix el 12 de octubre, día de la Hispanidad.

Es Netflix quien la ha financiado. El guion llevaba muchos años en el cajón de Telecinco Cinema, que no veía claro que el público estuviera preparado para una sátira así. Una vez en manos de la plataforma de internet, Cobeaga y San José han tenido «libertad creativa absoluta» para contar la historia de un comando chapucero de ETA. Cuatro miembros de la organización se reúnen en un piso franco. Su odisea de convivencia coincide con un ataque de españolidad en las calles: el Mundial de Sudáfrica 2010. Los balcones empiezan a decorarse con descomunales banderas de España y no hay viandante que no lleve la camiseta roja y lance el grito de guerra: «Yo soy español, español, español».

La palabra «español» tachada en el cartel ha escocido a determinados sectores, para quienes el filme es un ultraje. Una asociación de guardias civiles interpuso una denuncia porque, en su opinión, los tachones parecían sangre. Hasta el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, envió una carta a Netflix pidiendo que fueran «sensibles» con las víctimas. Todo bastante ridículo, según Cobeaga y San José.

COMEDIA SOBRE EL 1-O / La lapidación que ha vivido la película demuestra la necesidad de que la comedia siga más viva que nunca. «En las redes sociales hay gente que cada día se rasga las vestiduras por una causa. Lo importante es que no cambiemos nuestra forma de trabajar. La gran derrota sería que perdiéramos la comedia», sentencia San José. El guionista vasco, de hecho, anima a sus colegas catalanes a escribir una comedia del 1-O, Piolín incluido. «Me cuesta mucho ver todo lo que está ocurriendo en Cataluña como un drama, sinceramente. Mejor una comedia».

El comando de Fe de etarras está formado por cuatro majaderos que creen que ETA no debería disolverse. El líder es el personaje de Cámara, que intenta «subsanar» su lugar de origen (nació en La Rioja) con una fe ciega en la causa etarra. Todo lo que huela a español es asqueroso. «La obesidad es culpa de España porque los españoles trajeron de América Latina las patatas y el chocolate», explica con rotundidad en mitad de una partida de Trivial. A su lado, el torpe etarra albaceteño (Julián López) está tan enamorado de ETA que opina que todas las chicas de la organización «están buenas». Gorka Otxoa y Miren Ibarguren dan vida a una pareja con ganas de cometer un atentado serio. En realidad, todos ellos están muy solos.

Fe de etarras comienza con una declaración de intenciones. Es imposible no reírse en la primera escena, una cena entre cuatro miembros de ETA en la que el tema de conversación es si la pantxineta (dulce típico vasco) lleva nata o crema pastelera, si el chipirón es pescado azul o si las anchoas se deben comer el día que las pescas o el siguiente. Toda la charla inundada de un aroma ahí va la hostia que deja claro que estamos ante una comedia muy vasca. Y muy valiente (su final es impactante e inesperado).

Preguntado sobre la polémica del cartel que anuncia la película y la censura de los tiempos de Twitter, Cobeaga deja claro que en muchas cosas hemos ido para atrás, pero en otras hemos avanzado: «ETA ya no mata, ese es el mejor paso hacia adelante».