Una selección de las 4.000 fotografías, que se encontraron en la basura, y que plasman a los soldados fascistas italianos enviados por Benito Mussolini para apoyar al bando nacional en la Guerra Civil española (1936-1939), se inaugura hoy en una exposición en Roma, organizada por el Instituto Cervantes.

Las fotografías en blanco y negro fueron halladas por una mujer en 1992 en una peculiar caja de madera en la basura del pueblo de Vitipendio, en el Tirol italiano, y en 2004 fueron compradas por el archivo de Bolzano, la ciudad más importante de la zona.

Tras muchas investigaciones se supo que el autor de las mismas era uno de los fascistas italianos llamado Guglielmo Sandri, aunque su verdadero nombre era Wilhem Schrefer, nacido en 1905 en Merano, cuando aquella parte de Italia pertenecía aún al Imperio austro-húngaro. Con la llegada de Mussolini y el decreto de 1926 para la italianización de los apellidos alemanes, Shefer se cambió la identidad y se hizo llamar Gugliemo Sandri, nombre de un campeón de motociclismo, que era otra de sus aficiones. La partida de identidad con su nombre original tachado y el nuevo italiano, es una de la joyas que se exhiben en la exposición.

Sandri se enroló en el Cuerpo de Tropas Voluntarios italianas y, como teniente legionario de la División Littorio cruzó con la cámara al hombro toda España. El ojo de Sandri captó escenas de la derrota en la batalla de Guadalajara; la toma de Santander y San Sebastián, donde posa frente a la playa de la Concha; la campaña de Aragón y de Levante con la ocupación de Barcelona; la decisiva batalla del Ebro; el paseo de la victoria en Madrid y el regreso a casa con el desembarco glorioso en Nápoles donde los italianos fueron recibidos como héroes por el propio rey Victor Manuel III.

Los expertos creen que la iniciativa de Sandri fue fruto de su pasión privada por la fotografía y no de un encargo de la autoridad militar porque todo lo que fotografió se lo llevó a su casa y sus descendientes guardaron los negativos, como comprobaron los investigadores del caso. La importancia de la colección reside no sólo en la estética y la técnica de la fotografía, sino también en que recoge todo el arco cronológico de la presencia italiana en España y momentos de la vida cotidiana de los soldados y también de los españoles.

El fotógrafo capta a los militares preparándose para la batalla; la destrucción de un puerto del Norte probablemente en Bilbao; el paso de los italianos por el puente gótico de Zaragoza con la basílica del Pilar al fondo; imágenes de prisioneros republicanos; secuencias de la toma de una cima e instantáneas de las tropas moras de Franco, algunos con el cigarro en la boca. También plasma la vida cotidiana de los fascistas italianos en aquella España; mientras confraternizan con campesinos, niños y mujeres; un soldado leyendo una revista con orondas mujeres desnudas; otro afeitando a un superior con cara plácida, un grupo que participa en la procesión del Corpus y otro rodeado de gozosas jovencitas españolas.

De especial interés resultan los edificios, monumentos, iglesias y edificios dañados o destruidos y, los retratos de la meseta árida de Castilla, los páramos de Aragón y el mar Mediterráneo. La sensibilidad de Sandri le anima aplasmar instantáneas de los españoles en la guerra: mujeres lavando la ropa en el río; la mirada incrédula de un campesino en Arnes (Cataluña) mientras pasan las tropas; la evacuación de civiles en Aragón; grupos de niños que visitan el batallón de Littorio, y viejos, mujeres y niños españoles con el saludo romano en un acto político-religioso en un cementerio.

Del impresionante retrato del propio Sandri, tocado con una boina negra calada con la que aparece la calavera fascista, envuelto en un rudo capote y, de sus ojos escrutadores se desprende la fuerte personalidad del otrora ciudadano austríaco. Sandri después luchó en Yugoslavia y en África en plena II Guerra Mundial y continuó incansable fotografiando aquello que le llamaba la atención, un material que todavía debe ser restaurado debido a su mal estado, según dijo a Efe el comisario de la exposición, Andrea de Michele, y murió en 1975. El Duce llegó a enviar a unos 75.000 italianos, entre militares y voluntarios, a combatir contra II República porque amén de luchar contra el comunismo y de alejar el fantasma de que los "bolcheviques" se acercaran a sus propias fronteras, Mussolini abrigaba la esperanza de que toda la península ibérica y la islas Baleares, constituyeran la base de su proyecto imperial.