Con la vista puesta en los carriles de la comedia actual, pero mirando por el retrovisor hacia lo clásico, la road movie Exposados sigue su ruta sin accidentes y explota con gracia las chispas que surgen cuando Jennifer Aniston y Gerald Butler colisionan cual Katharine Hepburn y Cary Grant.

Las comparaciones, desde luego, son odiosas, pero sin optar a la inmortalidad de aquéllas, algo de La fiera de mi niña o Sucedió una noche se cuela en Exposados , evolución coherente en un director que, en títulos como Sweet Home Alabama , demostró su habilidad para actualizar fórmulas añejas.

¿Es justificable desempolvar hoy la guerra de sexos de La costilla de Adán o, apurando, La guerra de los Rose ? Si se busca novedad en Exposados , la respuesta es no. Si se contesta con la pregunta, "¿hemos evolucionado tanto desde entonces?" a lo mejor la respuesta es sí.

Lo curioso es que, después de años de búsqueda de la equidad, ahora Gerard Butler aborda sin complejos la masculinidad como sinónimo de torpeza emocional y Jennifer Aniston la ambición y la fortaleza que se funden con cuatro arrumacos. Toda reivindicación por ambas partes tirada por tierra de un plumazo.

Lo más curioso todavía es que la película, pese a todo, funciona. A veces sólo hace falta un elemento central bien desarrollado y en este caso, ni siquiera es la historia --un cazarrecompensas asume "el mejor trabajo del mundo" cuando tiene que meter en prisión a su exesposa-- sino el buen entendimiento entre sus protagonistas.

Dejando al margen que los rumores apuntan a una química que traspasaría la pantalla, Aniston y Butler brillan por igual en la batalla dialéctica, en la física y en la amorosa.