«Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria».

Así comienza el canto I de La Odisea. Y sigue diciendo, muchas líneas después: «Así que vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca, y ordena a las criadas que se apliquen al trabajo. El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa.

Ella quedóse pasmada y se retiró de nuevo».

Según las traducciones, Penélope se queda pasmada o asombrada. Quien se dirige a ella es su hijo Telémaco, un imberbe de apenas 20 años, que no ha conocido a su padre, porque su padre, Odiseo (por nosotros más conocido como Ulises), se ha ido a la guerra de Troya durante los 10 años que duró y luego lleva invirtiendo otra década más en llegar a casa.

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, escribió Kavafis.

Lo fue.

Penélope es la mujer que está y espera.

No hace nada más. Nos han dicho que no hace nada más. ¿Seguro? Ulises es el rey de Ítaca. ¿No les recuerda esto a otra mujer política, a Clitemnestra, cuyo marido, Agamenón, se va a Troya también y ella ha de reinar en Micenas y elige a un hombre, a Egisto, para poder hacerlo? Penélope no: espera a su esposo y teje y desteje un sudario (en la obra de Magüi Mira, el del propio Ulises. En La Odisea, el de Laertes, su suegro) para evitar el día en que se tenga que casar con un pretendiente.

Mientras ella teje y desteje, Ulises le va poniendo los cuernos con unas y con otras y teniendo hijos acá y acullá.

Belén Rueda explica que ese tejer y destejer, ese tramar y preparar la urdimbre, le sirve a Penélope para saber quién es. Es una resistente, al fin y al cabo. Lo es a pesar de que su hijo la calle. Magüi Mira indica que es la primera vez en la historia de la literatura que un hombre dice claramente que suya será la capacidad de hablar.

Telémaco manda a su madre a un espacio privado.

Y, sin embargo, las mujeres gobernaban haciendas que eran pueblos. En algunas de ellas, en algunas de esas casas, podían vivir hasta cien personas. Tenían acceso al dinero. Organizaban la vida, parían, cuidaban como Euriclea cuida primero de Ulises y después de Telémaco. De hecho, Ulises le pregunta por las mujeres de la casa a la nodriza y Euriclea señala a algunas «que no han respetado a Penélope ni a mí». Por eso dice María Galiana, que la interpreta, que Euriclea no es un ama de cría sin decisión: Euriclea «tiene mando en plaza». A esas mujeres, Telémaco manda ahorcarlas sin honor.

«En los ensayos, Jesús Noguero [el actor extremeño --nació en La Codosera-- interpreta a Ulises]y yo nos decimos mutuamente que al niño no le hemos educado muy bien», ríe Belén Rueda.

Magüi Mira es una directora con un sello personalísimo que siempre se rodea de primeras figuras para las obras que trae al Festival de Mérida. Rueda se estrena en la scaena: pudo haber sido antes, pero desgraciadamente Tomaz Pandur, con quien preparaba un proyecto, falleció. La visión de Penélope es onírica, etérea, con bailes y telas extendidas y, a un lado del escenario, vamos a ver un olivo enorme (el olivo, tan esencial en el Mediterráneo, tan simbólico: tanto que nos evoca a esta Extremadura nuestra también, al sur de Monterrubio de la Serena, al norte de Gata-Hurdes) que sirve como asiento y como trono. Al fin, es el olivo que Ulises usó como lecho nupcial y del que se pregunta, en el penúltimo canto de

La Odisea, «si mi lecho sigue incólume o ya lo trasladó alguno, habiendo cortado el olivo por el pie».

No, Ulises. Tu lecho sigue inmaculado. No podemos decir lo mismo del lecho de las otras mujeres que te gozaron, que en tus tiempos la fidelidad era algo de una sola dirección.

Diez nombres haciendo de coro (Javier Reche Garay, Pepe Mira, David Manzano, Manuel Prieto, Ulises Gamero, Benjamín Lozano, Nacho Pérez, José Calero, Juanan Gómez e Iván Cerezo) y otros nueve en el escenario (Belén Rueda, María Galiana, Jesús Noguero, Maxi Iglesias, Pedro Almagro, Muriel Sánchez --una Nausicaa que canta una canción preciosa cuando Ulises naufraga en sus tierras--, Antonio Sansano, Alberto Gómez Taboada y Alfredo Noval) para mostrar cómo pudo vivir esta señora, hace tantísimos siglos, el hecho de que su marido se fuera a guerrear en una lucha que no le iba ni le venía mientras ella se quedaba sola, con un montón de señores ocupándole el palacio y acosándola para casarla de nuevo contra su voluntad.

Hay un cierto tipo de resistencia en hacer, estar, esperar, deshacer. «Ni me crezco, ni me tengo en poco, ni me admiro en demasía», dice Penélope de sí misma en La Odisea, cuando su marido la insulta porque no le reconoce. Suyo es el juicio, suyas son la astucia y la inteligencia, suya es la polis por siempre.