Primero fue El Prado en el Hermitage. Y ahora es el turno de El Hermitage en el Prado. Si en febrero 66 obras maestras de la pinacoteca española --entre ellas goyas, velázquez, zurbaranes, dureros, tizianos y grecos-- desembarcaban en San Petersburgo para protagonizar la muestra más importante realizada por el museo en el extranjero, el martes, el Prado abrirá sus puertas con 180 obras procedentes del museo ruso.

Un conjunto de piezas que abarcan un amplio arco cronológico: "La muestra es un travelling por la historia del arte, desde el siglo IV a. C. hasta el XX", según Miguel Zugaza director del Prado; y que, gracias al patrocinio de la Fundación BBVA, permitirá a los visitantes conocer la riqueza de los fondos que atesora la colección que iniciaron los zares.

La exposición, abierta hasta el 25 de marzo y comisariada por Sviatoslav Savvateev y Gabriele Finaldi, pretende mostrar algunos de los tesoros del museo al mismo tiempo que presenta una cata de cada una de sus colecciones, de ahí la idea de crear un pequeño Hermitage en el Prado.

Una tarea "épica", según Zugaza solo comparable a "resumir El Quijote o Guerra y paz en unas cuartillas".

TRES GRANDES RETRATOS Pero la muestra también tiene la vocación de explicar la historia del museo, por eso tres grandes retratos de Pedro I, Catalina II y Nicolas I reciben al visitante.

El primero creó San Petersburgo y empezó a coleccionar, la zarina adquirió gran parte de la pinacoteca, y Nicolas I pasó a la historia del museo por construir el Nuevo Hermitage y fue, además, quien adquirió una de las obras maestras que abren la muestra: San Sebastián de Tiziano, posiblemente el último lienzo pintado por el italiano.

Pero el santo muerto por las saetas no está solo, le acompañan en su dolor otras piezas únicas, como La lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto de Veronés, "una tela de una especial belleza", según Finaldi, y una de las obras más admiradas de Caravaggio Teñedor de laúd, que es además la única pieza del artista barroco en toda Rusia. Pero estas no son los únicos tesoros.

Hay más: dos rembrandts de los 30 que tiene el museo. La última terracota que Bernini hizo del conjunto El éxtasis de Santa Teresa antes de tallarlo en mármol. Y una amplia selección de pintura impresionista y posimpresionista de la colección del museo, considerada una de las mejores del mundo.

Están todos los maestros que ocuparon el escenario artístico de París de finales del siglo XIX y principios del XX: Monet, Cézanne, Gauguin, Van Dogen, Cézanne, Matisse y Picasso. Y junto a ellos, las vanguardias rusas: como Kandinsky y Malevich.

A diferencia del resto de piezas del Hermitage, estas no provienen de las colecciones reales, sino del coleccionismo privado que ejercieron Serguei Shchukin e Ivan Morozov.

EL ORO DE LOS ESCITAS Y a los saqueadores de tumbas --y a las campañas de excavaciones posteriores-- deben su existencia las piezas de la gran colección arqueológica del museo. "Una de las partes más representativas y quizá menos conocidas del Hermitage", apunta Finaldi.

Aquí se llevan todos los laureles las piezas de oro de los escitas compradas por Pedro I a los expoliadores. Entre todas luce por derecho propio el peine de Soloja cuyas figuras, bellamente modeladas, reproducen la lucha dinástica entre los tres hijos del rey Ariapeithes.

Más modernos son los objetos decorativos expuestos, como la espada de plata decorada con 4.000 piedras preciosas, donada en el siglo XVIII por el embajador indio, y el bellísimo vaso de flores en cristal de roca, oro y diamantes de Fabergé.

Después de tanto exceso decorativo, la mínima expresión de Malevich y su famoso Cuadrado negro ponen punto final al paseo por el Hermitage.